Una de las primeras ramas que surgieron a partir de mediados del siglo XIV de la Casa de Aguilar, tronco de la prolífica y extensa estirpe de los Córdoba (Córdova) o Fernández de Córdoba, conquistadores de la antigua ciudad califal, tras la de Montemayor —luego Condes de Alcaudete—, fue la de los Alcaides de los Donceles de la Casa Real de Castilla. Esta familia es uno de los ejemplos representativos de antigua nobleza castellano-leonesa que, con la reconquista y repoblación del valle del Guadalquivir, se afincan en tierras andaluzas y aquí adquieren niveles más altos en el escalafón social.

El principal cometido de los alcaides de los donceles era liderar un cuerpo de caballería ligera formado por jóvenes, de ilustre origen, que habían sido criados como pajes en la Corte castellana. Estos donceles del rey normalmente eran hijos de nobles que, educados en la disciplina militar y el servicio al monarca, aún no habían recibido las órdenes de caballero. La primera vez que se hace mención de este oficio es en la crónica de Alfonso XI de Castilla («Et este Alcayde, et estos Donceles eran omes que se avían criado desde muy pequeños en la cámara del Rey, et en la su merçed, et eran omes bien acostumbrados, et de buenas condiciones, et avían buenos corazones, et servían al Rey de buen talante en lo que les él mandaba»), por lo que todo hace indicar que el cargo fue instituido por este rey hacia el año 1340, con motivo de la batalla del Salado, o del cerco de Algeciras y asedio de Gibraltar en los años inmediatos. Entre las competencias principales de estas huestes dirigidas por el alcaide de los donceles estaban las siguientes: encabezar la vanguardia del ejército real en presencia del monarca cuando éste saliera en campaña, indicar el lugar donde debería asentarse el real, organizar las guardias del campamento, tomar el mando de la seguridad durante el tiempo que durase la acampada de las huestes reales y autorizar a éstas las incursiones que debía realizar contra el enemigo.

El primero en detentar el oficio de Alcaide de los Donceles fue Fernando Alfonso de Córdoba ( ? -1343), por merced del propio rey Alfonso XI, y luego su hijo Alfonso Fernández de Córdoba, en premio a los servicios prestados en la batalla de Tarifa. Éste falleció joven y soltero y fue entonces cuando le sucedió en el cargo su hermano Diego Fernández de Córdoba I ( ? -1372), auténtico fundador de esta rama familiar de alcaides de jóvenes donceles. Éste, al margen de las funciones del referido cargo, forjó también la base del patrimonio señorial de su línea familiar adquiriendo en 1370 la villa de Chillón, en el reino de Córdoba. Y el sucesor del mayorazgo por él instituido, su hijo Martín Fernández de Córdoba I ( ? -1431), amplió los dominios de la Casa con la agregación en 1382 del señorío de Lucena, por vía de dote de la familia Argote, y, por el mismo tiempo y conducto, aunque de forma más rocambolesca, del señorío próximo de Espejo, ambos en la campiña cordobesa.

Sin embargo, el alza social de esta línea de los Córdoba les llegó a partir de 1483 cuando el joven y valeroso Alcaide de los Donceles del momento, Diego Fernández de Córdoba II (1464-1518), a la edad de 19 años, derrotó a los musulmanes con sus huestes en la batalla de Lucena ―junto con las de su tío, del mismo nombre, el conde de Cabra― y capturó al rey granadino Boabdil el Chico, manteniéndole prisionero algún tiempo en la torre del homenaje de la fortaleza lucentina. Esta hazaña, que le encumbró a la fama, no fue más que el inicio de una envidiable carrera militar personal que realzó el prestigio de su estirpe. Destacó en las campañas norteafricanas de comienzos del Quinientos, por lo que fue nombrado en 1509 Gobernador y Capitán General de la recién conquistada plaza de Orán. Luego participó activamente en la guerra de Navarra y, tras su conquista, fue nombrado su primer virrey.

Por todo ello, el alcaide don Diego fue agraciado por los monarcas en 1512 con el título de I Marqués de Comares ―motivo por el que la Casa de los Alcaides de los Donceles fue llamada, en adelante, Casa Marquesal de Comares― y, mucho antes, con el privilegio de incrementar su escudo de armas, incorporando a ellas al rey granadino cautivo, y ornamentándolo con las 22 banderas moras capturadas en la memorable batalla de Lucena. Ya en este tiempo, con la profesionalización del ejército y su organización en tercios, el cargo de alcaide de los donceles perdió su consustancial condición militar para pasar a ser un título honorífico, vinculado hereditariamente a estos marqueses de Comares.

El nuevo titular del marquesado, Luis Fernández de Córdoba I ( ? – 1564), acabó por perfilar los límites territoriales futuros de su estado entre 1520-21 a costa de los señoríos de Canillas de Aceituno, Árchez y Corumbela, en la Axarquía malagueña, llegados por vía de dote de los condes de Cabra. Se trataba, en conjunto, de unos dominios con base territorial discontinua. Por un lado, en el reino de Córdoba, el señorío de Chillón, con su lugar de Guadalmez; el de Espejo, en plena campiña, colindando por el mediodía y levante con las tierras del marquesado de Priego por Castro del Río; y el de Lucena, capitalidad del estado, en la misma campiña aunque más al sur, con los lugares anexos de Jauja, Encinas Reales y Vadofresno. Por otro, en tierras malagueñas, el señorío de Comares, que incluía, además de su término, el de Colmenar ―con límite norte en la sierra de Alhama―, y los citados colindantes, por el este, de Canillas, Archez y Corumbela, en el mismo valle del río Guadamedina, con límite norte en la sierra de Tejada, últimos señoríos incorporados al marquesado. En África, el segundo Marqués de Comares ejerció el gobierno de Orán (1528-1534) e incrementó sus armas con 26 banderas moras más, trofeos y recuerdos de sus campañas.

El tercer Marqués, Diego Fernández de Córdoba IV (1524-1601), que concentró en su persona ese patrimonio jurisdiccional, había nacido en la alcazaba de Orán y por ello se le conoció también como Diego de África y por el sobrenombre de «el Africano». Poco después de suceder en la Casa de Comares fue nombrado también para desempeñar el cargo de Gobernador de Orán (como antes lo hicieron su padre y abuelo), oficio que ejerció durante la mayor parte del año 1573 destacando como gran guerrero en las campañas norteafricanas. Éste había contraído nupcias, en torno a 1555, con la catalana Joana Folc de Cardona y Aragón, hija del II Duque de Segorbe y de la III Duquesa de Cardona, quien con el tiempo heredó los importantes estados de sus padres. De este modo, todo el patrimonio de la Casa de los marqueses de Comares y alcaides de los donceles se incorporó en los albores del siglo XVII a la Casa Ducal de Segorbe-Cardona, heredando tales mayorazgos Enrique Ramón (Fernández de Córdoba) Folc de Cardona y Aragón (1588-1640), nieto y sucesor del matrimonio integrador. Y aunque los Comares aportaban la varonía, el mayor rango y nivel patrimonial de los estados catalano-valencianos relegó a un segundo plano a esta Casa andaluza por imperativos del mayorazgo.

Todo ese inmenso patrimonio señorial amasado durante generaciones por los Segorbe-Cardona-Comares pasaría a agregarse, desde 1670, a la Casa Ducal de Medinaceli por el enlace matrimonial contraído entre la VIII Marquesa de Comares, Catalina Antonia (Fernández de Córdoba) Folc de Cardona y Aragón ( ? – 1697), además VIII Duquesa de Segorbe y IX de Cardona y otros títulos, nieta del citado Enrique Ramón, con Juan Francisco de la Cerda y Enríquez de Ribera (1637-1691), VIII Duque de Medinaceli y VI de Alcalá de los Gazules, IX Marqués de Tarifa, VII de Cogolludo y IV de Alcalá de la Alameda, XI Conde de los Molares y VIII del Puerto de Santa María.

Como consecuencia de este enlace, los importantes estados andaluces de la Casa de Comares quedaron agregados en adelante a los duques de Medinaceli, la casa nobiliaria española de mayor alcurnia al ostentar la representatividad de la antigua Monarquía de Castilla-León, de la dinastía Borgoña-Palatina.

Autor: Antonio Sánchez González

Bibliografía

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QUINTANILLA RASO, Mª Concepción, Nobleza y señoríos en el Reino de Córdoba: la Casa de Aguilar (Siglos XIV y XV), Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1979.

SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Antonio, El Archivo de los Alcaides de los Donceles de los Reyes de Castilla (obra en curso).

SORIA MESA, Enrique, “Los Fernández de Córdoba: un linaje de la nobleza española”, en GARRAMIOLA PRIETO, Enrique (coord.), I Jornadas de la Cátedra Gran Capitán, Montilla, Ayuntamiento de Montilla, 2003, pp. 83-100.