Juan de Sevilla es uno de los artistas más versátiles de cuantos trabajaron en la Granada del seiscientos en la estela del genial Alonso Cano. Al parecer inició su aprendizaje con Francisco Alonso Argüello, culminando su formación en el taller de Pedro de Moya, al que imitó en «la manera fresca, y avandicada de su maestro» según cuenta el pintor y tratadista Antonio Palomino. A partir de 1660 es probable que trabajara puntualmente en algún encargo junto a Alonso Cano. Palomino narra que habiendo conseguido unos bocetos de las fábulas de Rubens, que él llegó a ver «donde había muchos desnudos (…) se aplicó tanto a seguir aquel estilo, y buen gusto, que verdaderamente su manera de pintar parecía ser de la escuela de Rubens».

Su primer trabajo documentado data de 1661 cuando participa en las decoraciones del Corpus Christi en la plaza de Bibarrambla junto a los pintores Miguel Jerónimo de Cieza y Ambrosio Martínez de Bustos.

No obstante el arranque definitivo de su carrera se produjo a partir de 1667 con la vacante dejada tras el fallecimiento de Alonso Cano que fue aprovechada por los jóvenes pintores que ayudaron al racionero en el monumental ciclo de la capilla mayor. De todos ellos, fue Pedro Atanasio Bocanegra quien gozaba a priori de un mejor posicionamiento frente al cabildo catedralicio gracias entre otros méritos a su privilegiada relación con la élite social granadina. Recordemos cómo en septiembre de 1672 ofreció en donación el gran Cristo expirante para el sitial presidencial de la sillería de coro, lo que le valió dos años más tarde el título de maestro mayor de la catedral. Justo el mismo año en que Juan de Sevilla entra en escena con su Flagelación de Cristo, donada por un anónimo devoto para ocupar uno de los espacios de los arcos colaterales de la capilla mayor. Esta primera donación, a la que seguirán otras, formaba parte de la estrategia seguida años antes por Bocanegra para hacerse un hueco en el templo catedralicio. En 1675 se produce el primer encontronazo entre ambos pintores, el detonante de una enconada rivalidad que perdurará hasta el final de sus vidas. De esta manera el 17 de septiembre de ese mismo año los canónigos reunidos en cabildo determinan que Juan de Sevilla tenga libre acceso al recinto de la Torre para pintar, «unos lienços grandes para esta Santa Yglesia y otros para las capuchinas». Herido su orgullo en lo más íntimo, Bocanegra, el que a veces hacía firmar sus lienzos con los vocablos latinos «pictor regis» haciendo gala de su nombramiento en 1676 como pintor del rey, no tendrá más elección que compartir el mismo espacio de trabajo con su más directo competidor. Las obras catedralicias más destacadas son San Mauro salva a San Plácido de morir ahogado y los tres cuadros de los padres y doctores de la iglesia emparejados.

Hacia 1671 pintó para el testero del antiguo Teatro del Colegio de San Pablo de Granada las pinturas del retablo presidido por la Inmaculada Concepción y flanqueada por las efigies de San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja. También habría que incluir un importante grupo de retratos de insignes teólogos y generales de la Compañía de Jesús.

Juan de Sevilla atendió a numerosos encargos para iglesias y cenobios granadinos, entre ellos el ciclo dedicado a la Virgen María de la iglesia del convento de San Antón de Granada procedentes del desaparecido convento de capuchinas Jesús y María de Granada. Alfonso E. Pérez Sánchez advirtió la dependencia de modelos murillescos en la Historia de San Juan de Dios para la Hermandad del Refugio. En todas estas obras simultaneó el uso de estampas francesas, flamencas e italianas que a modo de collage les sirvió para idear nuevas composiciones. Este es el caso de la Sagrada familia de la Alhaja de la sacristía de la catedral de Granada en la que empleó dos estampas de Simon Vouet (El baño de Venus, Sagrada Familia). Entre otras encargos destacan los dos lienzos de la sacristía del convento de San Jerónimo, San Pantaleón ante el emperador Maximiliano curando a un enfermo para el Oratorio de San Felipe Neri (Museo de Bellas Artes de Granada), Triunfo de la Eucaristía para las agustinas recoletas y Los discípulos de Emaús del convento de San Antón de Granada, entre otros. Otras obras suyas conservadas son La Sagrada Familia (Museo de la Pasión, Valladolid), la Piedad (catedral de Sevilla), las Santas mártires (Museo Nacional de Poznam, Polonia) y Presentación de la ­Virgen en el templo y Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro y la Presentación de la Virgen en el templo (Museo del Prado).

Su obra pictórica a falta de una necesaria monografía ha sido estudiada por diferentes autores a través de varios artículos con la aportación de nuevos datos que han ido definiendo su personalidad. Justamente en su producción pictórica, la sagaz combinación de elementos formales como el gusto por los modelos flamencos, unido a las reminiscencias canescas, y la práctica de una pincelada colorista de filiación veneciana, dotan a este pintor de un original lenguaje pictórico que lo convierten en uno de los exponentes ideales del pleno barroco español.

Autor: José Luis Requena Bravo de Laguna

Bibliografía

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