Otro de los grandes maestros de la arquitectura que marcaron el barroco andaluz, fue el conocido como José de Bada y Navajas. Su actividad fue coetánea a otros artistas del momento que revolucionaron la estética barroca de su tiempo, dentro de ese paso del Seiscientos al siglo XVIII. Originario de la subética cordobesa, nació en Lucena en el año 1691,siendo la ciudad de Granada, en donde establecería su residencia, hasta el final de su vida en 1755.

Su formación artística, estaría ligada de forma directa a su familia, ya que estaría inmerso en un ambiente ligado al mundo del arte, con motivo del gran esplendor artístico acaecido en aquellos años del seiscientos y también por las  numerosas canteras existentes en la zona, lo que permitiría el desarrollo de ambiciosos proyectos arquitectónicos. Su padre, Toribio de Bada, sería una personalidad que estuvo relacionada con importantes personalidades del momento, como fuera Melchor Aguirre o el propio Francisco Hurtado Izquierdo, también originario de Lucena.

Pese a nacer en la localidad lucentina, sería Granada el lugar en el que se establecería desde muy joven ; convirtiéndose esta en la ciudad donde principalmente tendría lugar el desarrollo, así como el esplendor de su trayectoria artística.

Estilísticamente, podemos afirmar que la personalidad artística de José de Bada resulta gran interés, dentro del momento artístico en el que nos encontramos, debido a ser un estilo diferenciador, apartado de toda teatralización y exuberancia, característicos del arte barroco. Este  retoma la tradición clásica, recuperando en sus proyectos elementos como la columna o la pilastra; las cuales ya estarían presentes en la tradición arquitectónica granadina y de las que pudo tomar influencia para sus obras.

Por otro lado, incorporaría elementos propios del momento artístico en el que se desarrolla su actividad, siendo este el caso del estípite, entre otros recursos capaces de dotar de plasticidad y de movimiento a sus obras. Sin embargo, desecharía otros que como la columna salomónica; vinieran a romper en exceso la armonía que caracterizaba su expresión artística. Esto denota que nos encontramos ante un estilo que sobresale por sí mismo, ya que  rompe al plantear unas formas más comedidas, en confrontación con la abigarrada ornamentación del momento.

Como hemos mencionado, la actividad de dicho maestro la tenemos que ubicar en la capital granadina, en la que fue partícipe de notables proyectos arquitectónicos. En primer lugar, lo encontramos como maestro de obras de la Catedral de Granada, continuando con el proyecto  que ya había sido iniciado a cargo de otros maestros de su época. Nos referimos a la proyección de la Iglesia del Sagrario, cuyas trazas primigenias fueron planteadas por el arquitecto lucentino Francisco Hurtado Izquierdo. Este proyecto no sería llevado a cabo hasta su término, siendo motivo por el que se le fuera encomendado a José de Bada y Navajas. Además de proseguir con la obra, aprovechó para mejorar el proyecto, siguiendo para ello sus planteamientos artísticos. Ello le llevó a dotarlo de personalidad que en primera instancia estaba configurado, según el barroquizante lenguaje de Hurtado Izquierdo. Es por ello que, respetando el esquema centralizado planteado por este último, sería en el ámbito decorativo, así como en la portada del templo en los que se dejaría sentir el estilo de José de Bada. En la misma, el guiño al clasicismo se hace evidente, persiguiendo con ello armonizar estéticamente con la fachada de la catedral granadina con la que colinda, así como con la arquitectura imperante en la tradición de la ciudad.

Por consiguiente, las dos grandes obras maestras de José de Bada, podemos encontrarlas en Granada, con las que llevaría a consagrar a la ciudad como una de las más pioneras del arte barroco andaluz; siendo la Basílica de San Juan de Dios la obra que ejemplifica y que es conocida como uno de los principales referentes arquitectónicos del barroco granadino.

Este fue un proyecto en el que participaron diferentes artistas tales como escultores, pintores o tallistas. José de Bada, intervendría en el diseño de las trazas de la basílica, interviniendo también, pero en menor medida en la parte del mismo dedicada a la función hospitalaria. Para el templo plantea una planta cruciforme de una sola nave cerrada con bóveda de medio cañón. Un elemento a destacar, es la disposición elíptica en la cabecera, siendo este un espacio donde tiene lugar la sacristía del templo, y en donde se guarda cobijo las reliquias del santo.

Así pues, sería la bóveda que cierra el presbisterio, en conjunto con la que cubre la parte dedicada a la disposición del coro a los pies del templo, lo que da lugar a una cierta disposición elíptica de la planta, configurando de esta manera un diseño más original del mismo. Junto a lo anterior, sería la gran cúpula sobre el crucero uno de los elementos más impresionantes del conjunto arquitectónico. En definitiva, sería un ambicioso programa arquitectónico que vendría a completarse un rico programa ornamental, de manos de otros relevantes artistas del momento, siendo el camarín que se abre mediante el retablo mayor, la joya que encierra el interior del mismo. Todos participan formando un ambicioso conjunto que recoge claramente los principios dispuestos en el arte barroco, donde impresionar y conmover, eran los fines esenciales de las obras arquitectónicas del momento.

En contraposición a la riqueza anterior, la fachada principal del mismo, quedaría planteada según el clasicismo característico del estilo de Bada al emplear columnas y pilastras distribuidas en los dos cuerpos de la portada. Esto se completa con un programa escultórico referente a la figura del Fundador de la Orden. Pero sin embargo, lo que más destaca de la misma es su disposición entre torres rematadas en chapitel, así como la disposición de la imponente cúpula sobre crucero, cuya proyección al exterior, acentúa la grandiosidad del templo.

El segundo encargo que lo engrandece como artista, no solamente por la belleza que desprende el proyecto sino por las dificultades a las que se tuvieron que hacer frente para poder llevarlo a cabo, fue el Camarín de la Virgen del Rosario del Convento de Santa   Cruz la Real de Granada. Problemas que estuvieron relacionados por la falta de financiación en un primer momento y por la falta de espacio para su proyección. Es por ello que fue necesaria solicitar una licencia para poder así levantar un espacio comunicado con el edificio anexo, cubriendo para ello la calle existente que separa ambos inmuebles; resultando de esta forma un espacio original y más si tenemos en cuenta para la función para la cual fue planteado. Sin embargo, este no resultaría suficiente para materializarlo; por lo que para ello fue necesario extenderse al edificio contiguo, perteneciente a la Gremio de la Seda. Finalmente, este estaría compuesto por diferentes espacios que presentan una abigarrada y compleja ornamentación que enfocada para ensalzar a la figura de la virgen del Rosario, permitiría dar uniformidad y coherencia a la unión de los mismos. Resulta interesante cómo la imagen mariana desde el camarín, se abre al interior del templo como si inmersa en un rompimiento de gloria se encontrase, al envestirla de nubes y pequeños puttis amalgamados que contribuyen a animar y a escenografiar el retablo.

Por último, mencionar que la actividad de Bada no se redujo únicamente al ámbito granadino, sino que su esplendor se hizo extensible a la ciudad de Málaga, en los últimos años de su vida. A la misma llegaría siendo ya un artista conocido y consagrado, por lo que se le fue encomendada el encargo de la proyección de la Catedral de la Encarnación. Nombrado maestro mayor de las obras, adquiriría una importante labor debido al complejo estado de conservación en el que se encontraba el edificio entorno a finales del siglo XVIII. La actividad de José de Bada en la catedral malagueña, estuvo ceñida principalmente en lo que se refiere al alzado y a la fachada principal del templo; participando también aunque en menor medida en la proyección de su interior.

El lenguaje proyectado para el diseño de la fachada, no diferiría apenas de lo ya planteado en sus obras granadinas; apostando de nuevo por la simplicidad del clasicismo. Por tanto, como si de un arco triunfal se tratase, la presenta dividida en dos cuerpos separados por una cornisa denticulada, que acompañada de pilastras de orden corintio, así como el empleo de mármoles de colores, componen el lenguaje decorativo de la misma. Por último, resaltar el empleo ya posterior columnas salomónicas, concebidas para enmarcar el medallón que recoge la escena de la Encarnación que da nombre al templo y que viene a romper en cierta medida con el lenguaje contenido que caracteriza al estilo de Bada.

Pese a esta actividad en la ciudad malagueña, José de Bada estaría ligado a la ciudad de Granada, donde fallecería a la edad de sesenta y cuatro años, consagrado como uno de los maestros arquitectos más relevantes del Setecientos, pese a aportar una visión más clásica del arte barroco. En conclusión,  podemos afirmar que  su obra supuso un mar de calma dentro de un marcado horror vacui que se venía cultivando a lo largo del período del barroco, en el que la materia apenas dejaba espacio a la sencillez.

Autora: Leticia Galdeano Olmedo

Bibliografía

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OLMEDO SÁNCHEZ, Yolanda Victoria, “José de Bada y Navajas (Ca. 1691-1755”, en RUBIO LAPAZ, Jesús (coord.), Artistas andaluces y artífices del arte andaluz. El ciclo Humanista. Desde el último Gótico al fin del BarrocoArquitectos I, T. XXXV, 2011, pp. 79-113.