Los duques de Medina Sidonia figuraron durante siglos entre los principales aristócratas de la corona de Castilla. Su procedencia geográfica es bastante oscura en los tiempos anteriores a don Alonso Pérez de Guzmán, llamado “el Bueno”. Fue este don Alonso un caballero de fortuna y ricohombre castellano que vivió en la segunda mitad del siglo XIII y murió en 1309, en tiempos de Fernando IV de Castilla. El sobrenombre de Bueno proviene de su fidelidad a Sancho III en una famosa hazaña de características bíblicas consistente en permitir el sacrificio de su hijo primogénito a manos de los moros que sitiaban Tarifa antes que ceder la plaza cuya defensa le había sido concedida por su rey. Sea como fuere, sobre la sólida base de las enormes recompensas territoriales que obtuvo este soldado de fortuna por sus servicios a la corona de Castilla, se desarrolló una estructura de poder señorial regida por sus sucesores cuyo éxito sólo se iba a ver parcialmente truncado en 1641, cuando el IX duque de Medina Sidonia protagonizase una fallida conjura contra Felipe IV. En los siglos XIV y XV, los Pérez de Guzmán, además de ser el tronco del que procedieron varios linajes señoriales del entorno de Sevilla, lograron construir un estado señorial muy sólido en torno a Sanlúcar de Barrameda, Niebla y la ciudad de Medina Sidonia. Hitos de aquél ascenso social fueron, por ejemplo, el hecho de ser el primer linaje no perteneciente a la Casa Real al que los reyes concedieron un título nobiliario en juro de heredad, es decir, transmisible a los sucesores. En efecto, don Juan Alonso Pérez de Guzmán, IV señor de Sanlúcar, recibió el título y señorío del condado de Niebla como dote en su boda con doña Juana –sobrina de Enrique II de Castilla–, en el año de 1368.

Por aquella época, la familia ya reunía varios señoríos más o menos concentrados en las actuales provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla. La más antigua de todas estas posesiones, que con el tiempo estaba llamada a ser la joya de la corona ducal, fue el señorío sobre la villa de Sanlúcar de Barrameda, concedido al fundador del linaje, Guzmán el Bueno, precisamente como recompensa por su hazaña en la defensa de Tarifa frente a los musulmanes. Es interesante resaltar que esta concesión regia nos ilustra bien a las claras sobre el origen de la fortuna familiar de los Medina Sidonia. En efecto, las circunstancias de este episodio nos remiten a un contexto esencialmente caracterizado por dos procesos consecutivos: la guerra secular contra los musulmanes –que se conoce popularmente como Reconquista– y el proceso repoblador a al cual iba dando lugar el avance cristiano. En concreto, en el amplio valle del Guadalquivir, la rápida conquista comandada por Fernando III y Alfonso X en el siglo XIII produjo fuertes desequilibrios y tensiones en la centuria siguiente, abriendo grandes posibilidades para los nobles impulsivos y ambiciosos, como lo fue Guzmán el Bueno. Muchas veces comparado por sus biógrafos posteriores con el Cid, don Alonso sirvió como mercenario en África a un rey magrebí, un periodo en el que labró una considerable fortuna sobre la que cimentó su rápido ascenso social en torno a Sevilla. De este modo, como caballero de fortuna al mando de una hueste propia, supo aprovechar las carencias del poder regio en la zona para poner las bases de un sólido señorío.

Desde entonces, los descendientes de Guzmán el Bueno fueron aumentando sus posesiones por medio de compras, permutas y donaciones regias con la vista puesta siempre en fortalecer su presencia en la costa atlántica de Andalucía y en el entorno de Sevilla. En particular fue en el siglo XV cuando la influencia de los Pérez de Guzmán en la capital del Guadalquivir se hizo más evidente. Tanto es así que, en la segunda mitad de esa centuria, el ya II duque de Medina Sidonia –el título de duques les había sido concedido en 1444–, don Enrique de Guzmán, fue popularmente conocido como “duque de Sevilla”. Y todo ello a pesar de que los Ponce de León les disputaban el control de la ciudad, en una rivalidad que llegó a provocar una guerra señorial en la primera mitad de la década de 1470. Una vez asentados en el trono Isabel y Fernando, los reyes lograron sacar partido de las luchas entre bandos nobiliarios para reforzar su propio poder, limitando la influencia de ambos linajes en el gobierno municipal.

Más aún, durante la Guerra de Granada, Guzmanes y Ponces sirvieron a sus reyes de forma destacada –más, desde luego, los segundos–, tomando algunas plazas y ayudando en importantes campañas militares. En todo caso, como recompensa, los duques de Medina Sidonia pudieron ampliar sus señoríos con la inclusión de algunas villas –Jimena de la Frontera y Gaucín– en la serranía de Ronda. Tras aquél último episodio de la reconquista, a la Corona y a sus aristócratas sólo parecía abrírseles la posibilidad de expandirse al otro lado del Estrecho de Gibraltar, sobre el territorio del actual Marruecos. De hecho, fue el III duque de Medina Sidonia quien, apenas cinco años después de la toma de Granada, conquistó con sus tropas la ciudad de Melilla.

Ahora bien, 1492 implicó también la apertura a las ambiciones de los europeos de todo un nuevo mundo de posibilidades al otro lado del Atlántico, de una vastedad y riqueza que por entonces nadie podía siquiera imaginar. Aquél acontecimiento histórico y sus incalculables consecuencias afectó desde su mismo comienzo a la sociedad andaluza y, cómo no, a sus influyentes aristócratas. En particular, para los Medina Sidonia poseer la villa y puerto de Sanlúcar de Barrameda, por su indiscutiblemente estratégica posición en la ruta hacia las Indias, la formación y desarrollo de la Carrera de Indias –nombre que algo más tarde se dio al sistema de transporte entre Sevilla y América– se convirtió en un verdadero filón de riqueza a través del impulso del comercio y, por tanto, del aumento de sus rentas señoriales.

Por otra parte, mientras la monarquía española terminaba gobernada, por los azares dinásticos, por la dinastía de los Habsburgo y mientras, a partir del reinado de Felipe II la centralización administrativa comenzaba sus primeros y vacilantes pasos, los Medina Sidonia optaron por seguir concentrando sus esfuerzos por mantener su poder en el entorno de Sevilla. Quiere esto decir que, al contrario que muchos otros grandes nobles, los Pérez de Guzmán no hicieron carreras cortesanas, probablemente porque su poder local les permitía no hacerlo. Así, cuando después de algunas interesantes vicisitudes por las que atravesó el ducado de Medina Sidonia a comienzos del XVI, en 1570 se hizo cargo de la herencia don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, su atención prioritaria se centró en las labores defensivas de la costa sobre la que se extendían sus señoríos, poniendo especial énfasis en los asuntos estratégicos de la Monarquía Hispánica que más le interesaban a él. De hecho, don Alonso no fue ajeno a la incorporación del reino de Portugal a la Corona de Felipe II. Como se explica en otra entrada de esta misma publicación, todo ello derivó, en el contexto de la mal llamada Armada Invencible, en el nombramiento de este señor como Capitán General del Mar Océano y Costas de Andalucía. Un cargo que sería heredado por los sucesivos duques de Medina Sidonia a lo largo de tres generaciones, de forma que resultó un factor clave para consolidar su posición de predominio local.

Andando el tiempo, sin embargo, cuando el comercio español con América comenzó a padecer graves trastornos de muy variada índole, en un tiempo en el que, además, el esfuerzo militar de la Monarquía Hispánica comenzaba a agotar los recursos –es decir, hacia fines de la década de 1630–, el pacto tácito entre la Monarquía Hispánica y los Medina Sidonia comenzó a resquebrajarse. Más aún, después de que en julio de 1640 se rebelara Cataluña contra Felipe IV y de que, en diciembre de ese mismo año, el duque de Bragança –que era cuñado de Medina Sidonia– se autoproclamase rey de Portugal, el panorama parecía augurar un hundimiento completo del poderío de los Austrias madrileños. Fue en esa coyuntura, en el verano de 1641, cuando el IX duque de Medina Sidonia encabezó una conjura contra su rey –de la que también se ocupa una entrada específica–. En todo caso, la conjura no llegó a estallar, lo cual no fue obstáculo para que a la larga la casa ducal padeciese un severo castigo económico, territorial –sobre todo con la pérdida del señorío de Sanlúcar de Barrameda– y político. Se puede decir, de hecho, que aquél episodio supuso la quiebra definitiva de su poder.

No obstante, a comienzos del siglo XVIII, un hijo del duque castigado, don Juan Claros de Guzmán, XI duque de Medina Sidonia, ya había logrado recuperar para su linaje un honroso lugar entre la alta aristocracia castellana. Eso sí, el precio fue el sacrificio de la estrategia familiar, hasta ese momento basada en cuidar mucho las bases territoriales de su poder en Andalucía. En cambio, en adelante, los duques adoptaron un modelo de recuperación del prestigio centrado en el servicio al rey y en el medro cortesano a través de la obtención de cargos, honores y enlaces matrimoniales que pudieran agregar al tronco familiar nuevos títulos. Sin embargo, la muerte sin sucesión del XIV duque de Medina Sidonia, don Pedro de Alcántara Pérez de Guzmán, provocó que su apellido quedase postergado en los sucesores del título ducal, desde entonces apellidados Álvarez de Toledo, el antroponímico de la casa de Alba. De hecho, la nueva dinastía de los duques de Medina Sidonia –cuyo primer titular fue don José Álvarez de Toledo– incorporó al conjunto familiar el marquesado de Villafranca, rompiendo así con la tradicional concentración geográfica de sus propiedades que habían practicado los duques. Ya en el siglo XIX, mientras la revolución liberal iba suprimiendo paulatinamente el régimen señorial, se fueron agregando otros títulos al tronco de los Medina Sidonia, en particular el importante marquesado murciano de los Vélez.

Autor: Luis Salas Almela

Bibliografía

ÁLVAREZ DE TOLEDO, Luisa Isabel, Historia de una conjura (La supuesta rebelión del Andalucía, en el marco de las conspiraciones de Felipe IV y la independencia de Portugal), Cádiz, Diputación Provincial de Cádiz, 1984.

ÁLVAREZ DE TOLEDO, Luisa Isabel, Don Alonso Pérez de Guzmán, general de la Invencible, Cádiz, Diputación Provincial de Cádiz, 1994.

LADERO QUESADA, Miguel Ángel, La casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su entorno, 1282-1521, Madrid, Dykinson, 2015.

SALAS ALMELA, Luis, Medina Sidonia: el poder de la aristocracia, 1580-1670, Madrid, Marcial Pons, 2008.

SALAS ALMELA, Luis, The Conspiracy of the IX Duke of Medina Sidonia (1641). An Aristocrat in the Crisis of the Spanish Empire, Boston-Leiden, Brill, 20013.