La familia genovesa de los Burone era descendiente de Battista Burone quondam (q.) Geronimo (es decir, hijo del difunto Geronimo), personaje destacado en la vida política de la República de Génova donde llegó a ser tres veces senador (en 1567, 1576 y 1586). Battista murió en Génova el 23 de julio de 1586 dejando atrás varios hijos, fruto de su matrimonio con la también genovesa Adornina Coronata q. Giovanni. En concreto, tres hijos varones, Gerónimo (el primogénito, protagonista de esta entrada y nacido en torno al año 1600), Domenico y Gio Francesco. Mientras que Domenico Burone permaneció en Génova y murió en dicha ciudad, Gio Francesco y Geronimo (como aparece en la documentación) se trasladaron a Granada y Sevilla, respectivamente, inaugurando el ramo “hispánico” de la familia. Por otro lado, las hijas de Battista tomaron los hábitos y entraron en conventos genoveses: Chiara, Maria Angelica, Paola Geronima, Angela Camilla y Alessandra entraron en el monasterio de Santa Chiara, mientras que Placidia lo hizo en el de Santa Marta.

Geronimo q. Battista llegó a Sevilla acompañado de “con un pariente suyo que se llamaba fulano Grimaldo” en algún momento entre 1578 y la década de 1580, según afirmaban los testigos consultados en 1625 para las pruebas del hábito de Santiago de su hijo, también llamado Geronimo. Según las fuentes, en Sevilla debía de tener ya contactos, puesto que en sus inicios en la ciudad permaneció en casa “de un deudo suyo”, una práctica habitual en las migraciones de los genoveses que arribaban a la ciudad hispalense. Sin embargo, la situación no fue permanente puesto que las fuentes de la década de 1620 sitúan a Geronimo como vecino de la collación de San Juan de Palma donde Burone poseía una casa de propiedad enfrente del convento dominico de Montesión (actual calle Feria). En concreto, Geronimo, en su testamento de 1623 sobre el que después volveremos, se refería a varias casas en dicha zona, junto a la plaza del Caño Quebrado.

En su integración en la ciudad, fue fundamental su matrimonio con una castellana, Maria Joana de Loayssa, hija de Bernabé Álvarez de Loayssa y probablemente descendiente del linaje Vázquez de Loayssa de Estepona que en Málaga había desempeñado juradurías y regidurías, y de María Sivori, natural de Sevilla, pero con clara ascendencia genovesa, visto su apellido. No era el primer matrimonio de Geronimo: en Génova ya se había casado con Innocenza Senarega, hija del Dux Matteo Senarega. Matrimonio que, por razones no del todo claras, fue anulado. Este hecho explica que, en las pruebas del hábito de la orden de Santiago solicitado por su hijo Geronimo, algunos de los testigos, llamados a declarar para valorar si los orígenes del candidato eran limpios y nobles, lo tuvieran por ilegítimo.

El ascenso fulgurante de Geronimo q. Battista se refleja en su integración en el cabildo sevillano, en el que fue nombrado veinticuatro, y en el desempeño del cargo de tesorero general de la Cruzada, que, según uno de los testigos consultados en las pruebas de hábito de su hijo, lo tenía “por sus criados y familiares”. En poco tiempo, se erigió en uno de los genoveses más ricos y distinguidos de la ciudad. Las pruebas de su riqueza nos llegan también a través de sus parientes: su hermano Domenico, en su testamento realizado en Génova en 1620, decía no dejar nada a su hermano Geronimo “conoscendo non havere bisogno delli beni di esso testatore per esser richo in grosso” (“sabiendo que, por ser rico en grado sumo, no necesita de los bienes de este testador”).

¿Pero cuál era el origen de tan grande fortuna? Cuando se preguntó a otro testigo por cómo consiguió Geronimo q. Battista su hacienda, este respondió que el genovés daba letras de cambio “como lo hacen los demás genoveses y que de esto no se le siguió nota porque esto tiene por cosa honrada”. Otros testigos confirmaron dicha versión: lo definían “cambiador” e incluían entre su lista de actividades la venta de juros. De hecho, su factor y procurador, el también genovés Gio Andrea Calvi, afirmaba que entre las actividades más importantes que ejerció Burone se encontraba la de “haber vendido los juros de Su Majestad por orden de los diputados del Medio General desde el año de mil seiscientos ocho en adelante”. Por entonces, Sevilla era un mercado ambicionado por los banqueros del rey para la colocación de los juros que el soberano les concedía para saldar sus deudas después de una suspensión de pagos. Como ocurriera tras el “Medio General” de 1598 (acuerdo al que llegaban el rey y los banqueros tras una bancarrota –en este caso la de 1596 -y por el que se establecían las compensaciones que se darían a los hombres de negocios y los nuevos préstamos que estos realizarían al soberano), el “Medio General” de 1608, al que se llegó tras la bancarrota de 1607, supuso la entrega a los financieros del rey de sustanciosos paquetes de deuda pública que estos podían liquidar para recuperar lo que se les debía. Fue entonces cuando Geronimo se erigió en Sevilla en un intermediario fundamental para los banqueros de Madrid, a los que ayudaba a vender dichos títulos. Entre los banqueros de la Corte madrileña que recurrían a Burone se hallaban figuras cruciales de las finanzas de estos años, como Bartolomé Spínola, Carlo Strata, Vincenzo Squarciafico y el ya citado Battista Serra. Estos últimos, fueron dos de los cuatro genoveses que compusieron la Diputación del Medio General de 1608, fundada por voluntad del monarca para sanear la deuda pública de la Real Hacienda. Battista Serra fue además nombrado gestor de sus juros por Geronimo Burone q. Battista en su testamento de 1623, lo que enfatiza la confianza y los fuertes vínculos que unieron a ambos hombres de negocios. Tal fue la implicación de Burone en las funciones de la Diputación que en uno de los testimonios del hábito de Santiago al que aspiraba su hijo se le definió diputado del Medio General de 1608 en Sevilla.

Más importante si cabe fue la relación de Geronimo Burone con el soberano Católico: otro testigo de las pruebas citadas afirmaba que Geronimo “tomó asientos con Su Majestad y cargó para las Indias en que ganó mucha parte de la hacienda que tuvo”. Asimismo, otro testigo declaraba en dichas pruebas que Geronimo q. Battista, “enviaba [dineros] a Lisboa a la Armada Real y a otras partes”. Su relación con el monarca explica que fuera naturalizado por merced real el 23 de abril de 1607, un privilegio que el soberano concedía a sus súbditos más fieles para compensar sus servicios. En lo que se refiere a la vecindad, esta le fue otorgada por el cabildo hispalense el 21 de febrero de 1612, al tiempo que se realizaban las averiguaciones pertinentes para decretar si el candidato reunía los requisitos para ser nombrado veinticuatro de la ciudad. En ese momento, se le aceptó por vecino de la collación de San Nicolás. Eso sí, cabe señalar que en la carta de naturaleza de 1607 se especificaba que se le concedía exclusivamente para ejercer oficios públicos, por lo que no lo eximía del impuesto de saca de lanas ni lo habilitaba para comerciar con Indias o disfrutar de rentas ni oficios eclesiásticos. Sin embargo, varios testigos aseguraron que Geronimo cargaba para las Indias “frutos de la tierra, cosa en que tratan y contratan los hombres nobles de esta tierra sin que por ello pierdan cosa alguna de su calidad”. Probablemente entre estos “frutos de la tierra” se encontraban algunos de los producidos en sus propiedades: en su testamento de 1623 aseguraba poseer viñas con casa, bodega y lagar en la ciudad de Manzanilla (en la actual provincia de Huelva) que había comprado al difunto Andrés de Hervás.

Las actividades desempeñadas por Burone no cuestionaban su nobleza puesto que, según los testigos, estas se hallaban lejos de la gestión personal de almacenes, de tiendas o de bancos públicos, habitualmente considerados oficios viles por los examinadores de las pruebas de hábitos caballerescos. Sin embargo, es difícil de creer que Geronimo q. Battista no se mostrara interesado en estas actividades. Ahora bien, los testimonios recogidos en las pruebas de hábito de su hijo indican que Geronimo q. Battista, padre del candidato, poseía una extensa red de dependientes cualificados que ejercían dichas funciones en su nombre sin que él tuviera que implicarse en ellas directamente. Entre ellos se hallaba el ya citado Gio Andrea Calvi que, además de  tratar  “sus papeles” al menos desde 1603, era también teniente de la Casa de la Moneda de Sevilla. Por otro lado, Geronimo reclutó como cajero a un florentino, Cesare Baroncino que, además de banquero, llegó a ser canónigo de la Catedral de Sevilla e inquisidor del tribunal de la ciudad.

La reputación que adquirió en la sociedad sevillana y sus excelentes contactos explican que fuera elegido cónsul de la nación genovesa en 1609. Dicho cargo lo ejercía aún en el momento de su muerte, en junio de 1623, acontecimiento que dio origen a un litigio en el seno de la nación por la elección de los nuevos representantes. Según Gio Andrea Calvi, Geronimo había dejado a sus descendientes un patrimonio valorado en 130.000 escudos, así como varias propiedades inmobiliarias, entre las que se hallaban las casas de la collación de San Juan de Palma, la viña de Manzanilla y otra casa más situada junto a la llamada “Fuente del Arzobispo”, antiguo manantial de Sevilla que hoy se encontraría en el último tramo de la calle Hespérides, en confluencia con el inicio de la calle Gramil. Sobre dicho patrimonio fundó un mayorazgo para su hijo primogénito, Geronimo, y sus sucesores al cual podrían acceder solo a la edad de 30 años y siempre que cumpliesen varias condiciones: que se mantuvieran “fieles y católicos cristianos, y leales vasallos del rey” y que cuidaran y asistieran hasta el fin de sus días a Gio Battista, otro de los hijos del testador al que define “simple desde su nacimiento”. Asimismo, dejaba aconsejado a sus hijos que se casaran con personas limpias, nobles e hidalgas. En su testamento, Geronimo q. Battista mencionaba también una hija, María, que vivía en el monasterio de San Leadro de Sevilla y para la que fundó otro mayorazgo por valor de 60.000 ducados de oro que debían servirle como dote.

Vista la residencia de Domenico en Génova y la falta de descendientes que se deduce del testamento de Gio Francesco, residente en Granada, la continuidad del ramo hispánico de la familia dependía del primogénitio, Geronimo q. Geronimo, caballero de Santiago y casado en 1625 con Antonia María de Mendoza y Luna, hija del marqués de Montesclaros, consejero de Estado y presidente del consejo de Hacienda en 1623. El importante patrimonio material y simbólico heredado de su padre y los excelentes contactos de que dispuso, gracias en parte a su alianza matrimonial, hicieron de él un personaje fundamental en la Sevilla del siglo XVII.

Autora: Yasmina Rocío Ben Yessef Garfia

Bibliografía

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