Juan de Ladrada nació en la ciudad de Granada en 1535. En 1556 tomó los hábitos dominicos en el convento de Santacruz de la misma ciudad. Pasó a estudiar en el convento de Santo Tomás de Alcalá y una vez finalizados sus estudios volvió a Granada como profesor de filosofía y teología. En 1569 se embarcó para el Nuevo Reino y ejerció como doctrinero en Santafé, Suesca y Guatavita. Cuando se creó el colegio del Rosario fue nombrado lector de teología y filosofía. En 1571 fue nombrado catedrático de filosofía, dos años después fue elegido prior del convento de Tunja y en 1580 del convento de Santafé y vicario provincial. Los informes positivos que recibió de las autoridades del Nuevo Reino, siempre elogiando sus capacidades y virtudes, le valieron el nombramiento para la sede de Asunción en 1594. Dada su falta de medios, no pudo consagrarse ni trasladarse a su sede de Paraguay; sin embargo, como se encontraba en Cartagena de Indias cuando murió el obispo fray Antonio de Hervias en marzo de 1595, fue recomendado para ocupar esta sede. El Consejo de Indias atendió la solicitud de las autoridades de Cartagena, deseosas de tenerlo como obispo en vista de sus cualidades. Así pues, en 1595 el Consejo resolvía a su favor, expidiéndose las bulas en enero de 1597, aunque ya había tomado posesión de la sede unos meses antes.

Su gobierno se caracterizó por la terminación de las obras de la catedral y las numerosas fundaciones religiosas que se instalaron en la ciudad. Las obras de la catedral sufrieron un gran revés cuando en la noche del 7 de agosto de 1600 se desplomaron la nave central y una de las laterales. El obispo acudió con sus propias rentas más las ayudas del provisor Bernardino de Almansa y de la población para poder finalizar la obra, lo que se efectuó en 1612. Fue un reformador y promotor de diversas devociones, especialmente las relativas al culto del Santísimo Sacramento, así como la vigilancia en la asistencia de los capitulares al coro. No solo se preocupó por las fundaciones y construcciones religiosas sino que también lo hizo por la propia seguridad de la plaza al recomendar la permanencia de galeras en su puerto como mejor medio de defensa.

Auspició la fundación del Colegio de la Compañía de Jesús frente a aquellos que impedían su establecimiento, finalmente formalizado en 1604. Además, bajo su gobierno se establecieron los franciscanos recoletos de San Diego en 1608. En 1611 reconoció las virtudes de los recoletos agustinos para defender la fundación del convento de Popa ante las dudas de la Corona de autorizar más fundaciones religiosas. Además también se estableció el convento de religiosas carmelitas de Santa Teresa, bajo el patronato de María de Barros, quien anteriormente había costeado los gastos de la consagración del propio obispo. También se establecieron durante su gobierno los Hermanos de San Juan de Dios con la fundación de un hospital.

No obstante, la fundación que dejaría mayor huella en la ciudad fue la instalación del Tribunal de la Santa Inquisición efectuada en 1610. Las relaciones del obispo con los inquisidores fueron desde el primer día tensas, acumulando a lo largo de todo su gobierno numerosos conflictos y encuentros por cuestiones tanto jurisdiccionales como protocolarias. Cuestiones que eran tónica general y que aparecían también con el resto de las autoridades civiles. Tuvo que hacer frente a las limitaciones en el uso de excomuniones y penas pecuniarias contra personas seculares, un medio que tenía la Iglesia para poder mantener su jurisdicción y que podía entorpecer el desarrollo de la justicia ordinaria como ocurría con el derecho de asilo en lugares sagrados.

A pesar de estas cuestiones, las relaciones con los gobernadores de la ciudad fueron buenas y estos siempre alabaron su vida ejemplar hasta el momento de su muerte, acaecida el 21 de julio de 1613. El gobernador Fernández de Velasco refería que el prelado había dejado en la ciudad un sentimiento de piedad y santidad, quien “murió muy pobre porque cuanto tenía lo había dado en vida a su iglesia”.

Autor: Manuel Serrano García

Bibliografía

MARTÍNEZ REYES, Gabriel, Cartas de los obispos de Cartagena de Indias durante el periodo hispánico 1534-1820, Zuloaga,  Medellín, 1986.

PACHECO, Juan Manuel, (S.J.), “Historia eclesiástica de Colombia”, en Historia extensa de Colombia, vol. XIII, T. II, “La consolidación de la Iglesia. Siglo XVII”, Ed, Lerner, Bogotá, 1975.

SERRANO GARCÍA, Manuel, “El obispado de Cartagena de Indias en el siglo XVIII (Iglesia y poder en la Cartagena colonial)” Tesis doctoral, Sevilla, 2015.