Originaria de Friastelas, pequeño lugar perteneciente al arzobispado de Braga, la familia portuguesa Fernández de Carreras desempeñó una intensa actividad comercial en Andalucía, que se tradujo en el asentamiento de una rama de dicho grupo en la ciudad de Córdoba, uno de sus más importantes centros de operaciones económicas durante el Quinientos. Pedro Fernández de Carreras y su hermano Juan fueron los primeros en instalarse allí, debido a la relevancia que alcanzó su compañía mercantil, especializada en seda y otros productos de la industria textil, llegando a alcanzar ambos las posiciones de jurados en el cabildo municipal de la localidad andaluza a finales del siglo XVI.

Junto con el apoyo de sus parientes en Lisboa y Braga, la compañía prosperó gracias, entre otros factores, a su excelente relación con algunos de los más importantes tratantes en el mercado cordobés, con especial atención a aquellos de ascendencia cristiano nueva. Los vínculos fueron más allá de los negocios; por ejemplo, así actuaron junto con el importante jurado converso Juan Martínez de Ojacastro, a la par que emparentaron matrimonialmente con linajes como los Baena, Aragonés, Rojas, etcétera, todos de idéntica procedencia étnico-religiosa.

Gracias en buena medida a la exitosa carrera eclesiástica de don Melchor Fernández de Carreras y Acuña, hijo del jurado Pedro, quien alcanzó la posición de arcediano de los Pedroches, la inserción de la familia en la oligarquía cordobesa fue constante en los siguientes años. Don Melchor compró a la Corona la jurisdicción de la villa de Villaralto (1633), incorporándola a continuación al mayorazgo fundado por su padre. Apenas una generación después, ya encontraremos caballeros veinticuatros en sus filas, mientras enlazaban con miembros de la élite local: regidores, secretarios del Santo Oficio, etcétera.

Una muestra de la posición alcanzada se exhibe en las polémicas pruebas para oficial del Santo Oficio cordobés que realizó don Gómez de Solís, nieto por línea materna de Juan Fernández de Carreras. A pesar de lo controvertido de algunas de las declaraciones contra la calidad de limpieza de sangre del pretendiente, finalmente obtuvo la dignidad inquisitorial en 1635, destacándose entre los méritos de su sangre el parentesco con el mencionado arcediano.

El último de los señores de Villaralto fue don Diego de Velasco Fernández de Córdoba Angulo y Cárcamo Fernández de Carreras y Acuña, bisnieto por línea materna de Inés Fernández de Carreras y Acuña, esposa de don Alonso de Velasco y Córdoba, miembro de otra familia de jurados cordobeses. La asimilación social del grupo había sido definitiva.

Autor: Marcos Rafael Cañas Pelayo

Bibliografía

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