El gran problema que se plantea a Felipe II por lo que a la esclavitud se refiere son los moriscos. Los moriscos eran súbditos de la Corona, pero sobre todo estaban bautizados y la esclavización de otros cristianos era ilegal. Por tanto, desde comienzos de la sublevación de los moriscos en las Alpujarras (dic-1569), se levantó una polémica sobre la legitimidad de la esclavitud morisca; polémica de la que se hizo eco Mármol de Carvajal. Felipe II se hizo aconsejar de presidentes y oidores de la Chancillería de Granada, del Clero y del Consejo Real y resolvió finalmente esclavizar a los adolescentes y adultos, y dejar libres a las mujeres mayores de 9 años y medio y a los hombres mayores de 10 años y medio. Dichos menores debían quedar en administración bajo la tutela de familias cristiano viejas hasta cumplir 20 años. En la práctica, se produjeron abusos y algunos menores fueron vendidos como esclavos bajo la mirada cómplice de las autoridades. A menudo, haciendo una insólita interpretación de la ley, se vendía “el servicio” del niño o “el derecho y señorío” al mismo, en lugar de venderlo como esclavo. En todo caso, la pragmática hacía hincapié en la ilicitud de la venta de aquellos hombres o mujeres moriscas “que fueron tomados en lugares de paz, o hurtados”. Igualmente, cabe recordar que los cristianos que incumplieron el decreto real que prohibía vender a los menores moriscos, fueron desposeídos de éstos e incluso conminados a pagar multas, como demuestran los pleitos por la libertad interpuestos por moriscas y moriscos adultos, que dicen haber sido vendidos como esclavos, siendo uno o dos años menores de la edad que establecía el decreto real, y que se conservan en la Chancillería de Granada. Este es el caso de Luisa de la Torre, que demandó a sus propietarios en 1589, porque dijo que había sido apresada con 8 años. La mujer no sólo reclamó su libertad, sino que, ayudada por el procurador, solicitó también las costas del salario de su trabajo durante los años que les había servido a razón de 2.000 maravedises por año, más el vestido y la comida que, según su abogado, merecía justamente por haber servido muy bien. Los propietarios dijeron que Luisa parecía de 16 años cuando la compraron y presentaron 36 testigos entre “hombres ricos y principales y fidedignos” frente a los 9 que presentó la morisca. Por último, el alcalde mayor de la Chancillería la declaró libre de todo cautiverio.

En realidad, las verdaderas víctimas de la esclavitud en el Reino de Granada fueron las mujeres moriscas. La documentación notarial me permite afirmar que el porcentaje de moriscas vendidas durante los años del levantamiento fue del 71% mientras que el de hombres no supera el 29 %, como vemos la balanza se inclina claramente hacia el sexo femenino.

El gran problema que se plantea a Felipe II por lo que a la esclavitud se refiere son los moriscos. Los moriscos eran súbditos de la Corona, pero sobre todo estaban bautizados y la esclavización de otros cristianos era ilegal. Por tanto, desde comienzos de la sublevación de los moriscos en las Alpujarras (dic-1569), se levantó una polémica sobre la legitimidad de la esclavitud morisca; polémica de la que se hizo eco Mármol de Carvajal. Felipe II se hizo aconsejar de presidentes y oidores de la Chancillería de Granada, del Clero y del Consejo Real y resolvió finalmente esclavizar a los adolescentes y adultos, y dejar libres a las mujeres mayores de 9 años y medio y a los hombres mayores de 10 años y medio. Dichos menores debían quedar en administración bajo la tutela de familias cristiano viejas hasta cumplir 20 años. En la práctica, se produjeron abusos y algunos menores fueron vendidos como esclavos bajo la mirada cómplice de las autoridades. A menudo, haciendo una insólita interpretación de la ley, se vendía “el servicio” del niño o “el derecho y señorío” al mismo, en lugar de venderlo como esclavo. En todo caso, la pragmática hacía hincapié en la ilicitud de la venta de aquellos hombres o mujeres moriscas “que fueron tomados en lugares de paz, o hurtados”. Igualmente, cabe recordar que los cristianos que incumplieron el decreto real que prohibía vender a los menores moriscos, fueron desposeídos de éstos e incluso conminados a pagar multas, como demuestran los pleitos por la libertad interpuestos por moriscas y moriscos adultos, que dicen haber sido vendidos como esclavos, siendo uno o dos años menores de la edad que establecía el decreto real, y que se conservan en la Chancillería de Granada. Este es el caso de Luisa de la Torre, que demandó a sus propietarios en 1589, porque dijo que había sido apresada con 8 años. La mujer no sólo reclamó su libertad, sino que, ayudada por el procurador, solicitó también las costas del salario de su trabajo durante los años que les había servido a razón de 2.000 maravedises por año, más el vestido y la comida que, según su abogado, merecía justamente por haber servido muy bien. Los propietarios dijeron que Luisa parecía de 16 años cuando la compraron y presentaron 36 testigos entre “hombres ricos y principales y fidedignos” frente a los 9 que presentó la morisca. Por último, el alcalde mayor de la Chancillería la declaró libre de todo cautiverio.

En realidad, las verdaderas víctimas de la esclavitud en el Reino de Granada fueron las mujeres moriscas. La documentación notarial me permite afirmar que el porcentaje de moriscas vendidas durante los años del levantamiento fue del 71% mientras que el de hombres no supera el 29 %, como vemos la balanza se inclina claramente hacia el sexo femenino.

La justificación de la esclavitud de los moriscos se fundamentó en su asimilación al Islam. Hay que tener en cuenta que, en estos mismos años, los españoles eran cautivados y esclavizados en el Norte de África, y que el imperio otomano acechaba a los católicos hasta que fueron vencidos en Lepanto, batalla que se libró el mismo año de la sofocación de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras, es decir, en 1571. Por tanto, asociar la comunidad morisca en el imaginario colectivo de la época al “moro” y relacionarla con los turcos y el Islam, no es de extrañar. En definitiva, el sur de España era considerado un territorio de frontera esclavista. En otras palabras, los moriscos eran percibidos como pertenecientes al mundo islámico por haber tomado las armas contra la Corona y contra la cristiandad. Por otra parte, la esclavitud tampoco era algo ajeno a la comunidad morisca. La población musulmana y conversa española siempre había poseído esclavos de origen negroafricano. De hecho, una de las mayores reivindicaciones de la élite morisca a la Corona española fue que no les quitasen las licencias para poseer esclavos. Don Francisco Núñez Muley, en su famoso memorial (1566), como portavoz de la comunidad neocoversa en las negociaciones con el poder cristiano, cifró el número de personas esclavizadas en manos de los moriscos en un total de 400 y pidió que se les permitiera seguir siendo propietarios de esclavas y esclavos. Recordemos la frase del morisco Núñez Muley:“¿Hay más baja casta que los negros y esclavos de Guinea?”.

Por otra parte, una vez sofocada la rebelión de las Alpujarras, la Corona necesitaba dinero para paliar los gastos de la guerra y la venta de moriscas y moriscos era rentable. Las personas cautivadas en las Alpujarras formaban parte del botín de guerra (quinto del rey) y se vendieron públicamente en subastas en las plazas del centro de Granada o en el Palacio de Bibataubín. Asimismo, la esclavitud de los moriscos puede ser entendida como una forma de población, ya que se trataba de mantener la mano de obra. Se necesitan brazos y la esclavitud morisca era una forma de mantener con vida a las cautivas y cautivos de guerra, de manera que pudiesen cubrir las necesidades del mercado laboral de la época. No sólo los nobles y los eclesiásticos adquieren personas esclavizadas de origen morisco, sino también el pueblo llano. Al contrario, artesanos, fabricantes y campesinos aprovechan la bajada del precio medio de los esclavos a consecuencia de la saturación del mercado esclavista producida a raíz de la esclavización de los moriscos sublevados en las Alpujarras.

La justificación de la esclavitud de los moriscos se fundamentó en su asimilación al Islam. Hay que tener en cuenta que, en estos mismos años, los españoles eran cautivados y esclavizados en el Norte de África, y que el imperio otomano acechaba a los católicos hasta que fueron vencidos en Lepanto, batalla que se libró el mismo año de la sofocación de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras, es decir, en 1571. Por tanto, asociar la comunidad morisca en el imaginario colectivo de la época al “moro” y relacionarla con los turcos y el Islam, no es de extrañar. En definitiva, el sur de España era considerado un territorio de frontera esclavista. En otras palabras, los moriscos eran percibidos como pertenecientes al mundo islámico por haber tomado las armas contra la Corona y contra la cristiandad. Por otra parte, la esclavitud tampoco era algo ajeno a la comunidad morisca. La población musulmana y conversa española siempre había poseído esclavos de origen negroafricano. De hecho, una de las mayores reivindicaciones de la élite morisca a la Corona española fue que no les quitasen las licencias para poseer esclavos. Don Francisco Núñez Muley, en su famoso memorial (1566), como portavoz de la comunidad neocoversa en las negociaciones con el poder cristiano, cifró el número de personas esclavizadas en manos de los moriscos en un total de 400 y pidió que se les permitiera seguir siendo propietarios de esclavas y esclavos. Recordemos la frase del morisco Núñez Muley:“¿Hay más baja casta que los negros y esclavos de Guinea?”.

Por otra parte, una vez sofocada la rebelión de las Alpujarras, la Corona necesitaba dinero para paliar los gastos de la guerra y la venta de moriscas y moriscos era rentable. Las personas cautivadas en las Alpujarras formaban parte del botín de guerra (quinto del rey) y se vendieron públicamente en subastas en las plazas del centro de Granada o en el Palacio de Bibataubín. Asimismo, la esclavitud de los moriscos puede ser entendida como una forma de población, ya que se trataba de mantener la mano de obra. Se necesitan brazos y la esclavitud morisca era una forma de mantener con vida a las cautivas y cautivos de guerra, de manera que pudiesen cubrir las necesidades del mercado laboral de la época. No sólo los nobles y los eclesiásticos adquieren personas esclavizadas de origen morisco, sino también el pueblo llano. Al contrario, artesanos, fabricantes y campesinos aprovechan la bajada del precio medio de los esclavos a consecuencia de la saturación del mercado esclavista producida a raíz de la esclavización de los moriscos sublevados en las Alpujarras.

Autora: Aurelia Martín Casares

Bibliografía

ANDÚJAR CASTILLO, Francisco, “Del esclavo morisco al berberisco. Sobre la esclavitud en la Almería del siglo XVII”, Boletín del Instituto de Estudios Almerienses, 11-12, 1992, pp. 81-101.

BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, Rafael, “Guerra y sociedad. Málaga y los niños moriscos cautivos. 1569”, Estudis, 3, 1974, pp. 31-54.

MARTÍN CASARES, Aurelia, “Moriscos propietarios de personas esclavizadas”, Chronica Nova. Revista de Historia Moderna, 24, 1997, pp. 213-236 227.

PERRY,Mary Elisabeth, “Between Muslim and Christian Worlds: Moriscas and Identity in Early Modern Spain”, The Muslim world, 95, 2005, pp.181-185