La presencia andaluza en América tuvo unas características muy especiales, porque la aportación de pobladores de Andalucía a las Indias fue muy grande durante un largo período de tiempo, que se extiende desde el descubrimiento hasta la mitad del siglo XVII. Las personas que protagonizaron esta corriente tan extraordinaria hacia el Nuevo Mundo merecen la condición de pobladores mejor que la de emigrantes, porque la mayoría se dirigió a su destino con el objetivo de buscar un asentamiento definitivo. De hecho, cuando se entra en el mundo privado de estos andaluces, lo que se suele encontrar es un proceso de adaptación a la nueva tierra hasta convertirse en españoles americanos. La presencia mayoritaria de andaluces deja ver, quizá para ellos más que para los demás españoles, aquello que decía Ortega de la colonización de América como una obra popular: el fruto de la acción del pueblo que, sin directores y sin una táctica deliberada, terminó engendrando otros pueblos. Se debe entender así porque la acción española en Indias dependió fundamentalmente de la emigración; los pobladores españoles llevaron a América los patrones occidentales, la lengua, los cultivos, la artesanía, las devociones, las costumbres de sus lugares de origen, y también los que adaptaron esos patrones a un mundo nuevo. Por otra parte, también fueron los que enviaron a España de vuelta formas nuevas producidas por el mestizaje de personas, de sensibilidades y de ideas que resultaron igualmente enriquecedoras.

La población andaluza era lo bastante abundante en la Edad Moderna como para que los muchos andaluces que salieron para las Indias, sobre todo durante el siglo XVI y en buena parte del siglo XVII, no significaran una sangría humana que afectase gravemente a la región, como a veces se ha sugerido. Mientras que la población española pasó de 7.164.000 habitantes en 1591 a 14.967.663 en 1857, con un incremento del 108.6%, la andaluza pasó de 1.329.000 habitantes a 2.937.183, un incremento del 120.96%. Cabe imaginar que, cualitativamente, la emigración a América hizo que Andalucía se quedara sin una parte importante de los jóvenes con capacidad de iniciativa y de asumir riesgos, que habrían sido muy útiles en sus lugares de origen. También es cierto que la capacidad emprendedora de estos jóvenes andaluces en Indias benefició mucho a sus parientes y paisanos mediante el envío de sustanciosas donaciones, bien de manera intermitente a lo largo de sus vidas, o como legados testamentarios que supusieron inversiones de capital que beneficiaron a muchos.

Sin entrar en la polémica de si la Corona española mantuvo o no una política emigratoria definida, sí conviene decir que se manifiesta claramente cómo intervino, cuando lo consideró preciso, en la evolución del flujo migratorio. Lo hizo exigiendo o transigiendo en el cumplimiento de los requisitos determinados para pasar a Indias, es decir, disponer de licencia, ser español y cristiano viejo y no estar procesado por el Santo Oficio; o dirigiendo, mediante concesiones especiales, el flujo de españoles hacia lugares precisos que interesaba oficialmente poblar, como en los casos de Santo Domingo, Río de la Plata, Florida y Luisiana. Hubo también intentos de controlar los regresos. Disposiciones de Felipe II de 26 de marzo y 7 de mayo de 1577 establecieron la obligación de confeccionar listas de los pasajeros de las flotas procedentes de Indias. Esto no se cumplió, aunque a través de la documentación examinada se dejan ver personas que regresaban a América, y pueden estudiarse los regresos porque se hace constar habitualmente esa condición cuando se concede la licencia a estos pasajeros que retornaban al lugar de donde eran vecinos en América.

El estudio de la emigración oficial andaluza registrada en la Casa de la Contratación fue realizado por un equipo de investigación dirigido por Lourdes Díaz-Trechuelo, con el patrocinio de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. El proyecto comenzó en 1985 y publicó sus resultados en 1990 sobre la emigración andaluza en los siglos XVII y XVIII; posteriormente, añadí los datos correspondientes al siglo XVI con el apoyo de la misma institución para completar el estudio en la época colonial. Las fuentes utilizadas fueron los Libros de registro de pasajeros y las Informaciones y licencias, que proporcionaron datos cualitativos como edad, profesión, motivaciones, entorno social del que parte a Indias, etc. Con el mismo objetivo de conseguir datos cualitativos, se incorporaron también datos procedentes de los Autos de bienes de difuntos. El resultado fue la elaboración casi 34.000 fichas que constituyen la base de información para los apartados que trataré, correspondientes a la emigración en los siglos XVI, XVII y XVIII, teniendo en cuenta que se refieren al periodo entre 1509 y 1790, fecha en la que los libros de la Casa de Contratación acaban, debido a la extinción de la Institución.

El estudio de los resultados que ofrezco en estas páginas para cada siglo comprende un análisis cuantitativo y destaca la aportación de las principales poblaciones andaluzas; las motivaciones que movieron a los andaluces a partir a Indias y un análisis cualitativo que abarca la emigración por sexo, estado civil y edad. Los datos conseguidos permiten asimismo proporcionar noticias sobre los destinos preferentes de los andaluces a lo largo de la época colonial y sobre sus profesiones, aunque la información en este caso es muy parca y no llega al 30% del total. Consideradas las dificultades que supone encontrar este tipo de información, la que se puede ofrecer adquiere un valor singular.

En cuanto al análisis cuantitativo, que para el siglo XVI comprende 20.957 personas identificadas, la cuestión que inmediatamente se detecta, y que ya es bien conocida, es la constante mayoría de pasajeros masculinos a lo largo del periodo colonial. Pero se puede observar cómo a partir de 1550 los aportes masculino y femenino tendieron a equilibrarse, e incluso en algunos casos, como en el de la emigración a Nueva España en algunos años finales del siglo, el número de mujeres fue ligeramente mayor que el de hombres. Cuando examinamos la emigración de las principales localidades de Andalucía se manifiesta la concentración de la emigración de mujeres en Andalucía Occidental, especialmente en el área comprendida por Sevilla, Cádiz y Huelva, así como la disminución progresiva a medida que se interpone distancia entre el lugar de origen y Sevilla. Solo de Sevilla fueron 4.921 hombres y 3.806 mujeres. Este es un fenómeno que se puede explicar por diversas razones, entre las que figurarían una mayor familiaridad con lo indiano, con las noticias que de allí llegaban y con los viajes por mar (familiaridad también de noticias); la existencia de frecuentes esperas concertadas y, por último, la ausencia de las molestias derivadas de los viajes por las pésimas rutas de la Península.

En la primera mitad del siglo XVI, la mayor parte de los pasajeros andaluces fueron solteros, pero desde 1550 aumentó el número de casados. En realidad, se podría decir que se incrementó la emigración familiar porque muchos de los solteros que se embarcaron en esos años fueron hijos integrados en grupos familiares.

La edad de los pasajeros aparece consignada en raras ocasiones. Por eso, es estimable ofrecer datos sobre casi el 20% de los pasajeros andaluces del siglo XVI. La información corresponde en su mayor parte a la segunda mitad del siglo XVI y destacan las personas comprendidas entre 15 y 30 años, aunque también figura un número abundante de menores de 15 años y una notable y sorprendente presencia de mayores de 40 e incluso de 60 años, teniendo en cuenta las incomodidades del cruce del Atlántico.

Los andaluces se repartieron por toda América y Filipinas durante el siglo XVI, pero la preferencia fue el virreinato de Nueva España, con 7.171 personas, seguido por el del Perú con 3.865; para ir a Filipinas se registraron 254.

Autor: Antonio García-Abásolo González

Bibliografía

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