El señorío jurisdiccional de Ayamonte en sus orígenes estuvo integrado por las villas de Ayamonte, La Redondela y Lepe; posteriormente, en el siglo XVI, se unieron las poblaciones de Villablanca y San Silvestre de Guzmán, fundadas ambas con aportaciones demográficas de las propias localidades del señorío. De las tres villas Ayamonte destacó claramente por su importante crecimiento demográfico en los primeros momentos de la Edad Moderna, sólo seis años después del Descubrimiento de América, en 1498 tenía 370 vecinos y en 1534 su población había ascendido de manera intensa hasta alcanzar los 1035. A este incremento demográfico añadió un extraordinario desarrollo urbano que se materializó en el levantamiento del nuevo barrio marinero de la Ribera, la construcción de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Angustias a orillas del río Guadiana y la fundación del convento de San Francisco. La Redondela y Lepe no contaron con la misma dinámica demográfica, Lepe mantuvo su población durante el siglo XVI, sin grandes variaciones, un poco por encima de los 700 vecinos, y La Redondela incluso perdió habitantes en el transcurso de la centuria, si en 1498 tenía 264 vecinos en 1591 sólo alcanzaba los 218. Teniendo en cuenta estos condicionantes demográficos parece acertado pensar que las villas que en mejores condiciones se encontraban para enviar excedentes de población fuera de ellas, no sólo para realizar dentro del mismo territorio señorial las repoblaciones tardías de Villablanca y San Silvestre de Guzmán, sino también para poder participar en la aventura americana, fueron Ayamonte y Lepe; la villa fronteriza por su evidente avance demográfico y Lepe porque al menos, según los datos conocidos, sostuvo constante su pulso demográfico a lo largo del siglo XVI. En consecuencia, fueron ayamontinos y leperos los que mayoritariamente salieron de estas tierras de Huelva para participar en el descubrimiento y colonización del continente americano.

Hay algunos nombres míticos entre los primeros marineros a Indias que salieron de las tierras de este marquesado onubense, los cuales en algunos casos siguen envueltos en la leyenda porque faltan constataciones documentales de su presencia en los viajes colombinos. No obstante, debemos de citar como primeros navegantes ayamontinos que acompañaron a Colón en su primer viaje a Rodrigo de Xerez, a Juan de Zamora o a González de Aguilar, el lepero Pedro Izquierdo es posible que viajase en la Santa María y el grumete Pedro de Lepe, natural de La Redondela, también acompañó a Colón en el primer viaje. Los leperos Rodrigo Yáñez y Francisco Sánchez fueron en el tercer viaje colombino.

Sabemos que los puertos del marquesado de Ayamonte durante la segunda mitad del siglo XVI tuvieron la supremacía en número de marineros que se embarcaron para América, en concreto el 62% de los tripulantes que entre 1583 y 1599 salieron de estos puertos. Ayamonte se situaba en primer lugar de todos los pueblos onubenses con 1.024 marineros, seguido de Lepe con 282 y finalmente La Redondela que aportó 21 navegantes. Además, Ayamonte también destacó porque sus marineros tuvieron una mayor formación náutica, el 66% de la marinería cualificada procedía del litoral occidental, de 245 facultaciones de pilotos de la provincia de Huelva entre 1577 y 1699, 187 fueron ayamontinos, es decir el 76%; y si a éstos unimos los 11 pilotos de Lepe alcanzamos el dato del 81% para el marquesado de Ayamonte. Estas cifras hablan de la importantísima intervención y protagonismo de la marinería del antiguo señorío de Ayamonte en la Carrera de Indias.

Además de los que iban en los barcos porque era su actividad laboral, estuvieron los que se desplazaban para instalarse en América por diversos motivos. Respecto a la emigración se sabe a través del Catálogo de Pasajeros a Indias que un total de 127 personas naturales de Lepe se trasladaron hasta tierras americanas en estos primeros momentos de la Edad Moderna y que de Ayamonte salieron 69 personas para iniciar nuevos proyectos vitales en los nuevos territorios. Algunos como el ayamontino Antonio Báez, criado del oidor de la Audiencia del Nuevo Reino de Granada, viajaron con su familia al completo, en este caso de 1555 con su mujer Catalina de Ávalos y sus cinco hijos; otros trataron de hacer en solitario la travesía, pero no lo consiguieron como Juan Díaz que murió en el barco que lo trasladaba o el también ayamontino que murió en Guayaquil en 1566. En el siglo XVII la emigración de ayamontinos continuó constante y hay estudios que dan la cifra de unos 500 naturales de esta villa onubense desplazados hasta América.

En definitiva, no cabe duda de la importante presencia de ayamontinos y leperos en la navegación a Indias, en buena medida explicable en el caso de la marinería por la incuestionable vinculación al mar de ambas villas, en especial de Ayamonte, a través de las pesquerías fundamentalmente del atún y de la sardina que, desde inicios de la Edad Moderna, se venían practicando en este litoral. Estas actividades debieron convertir a sus poblaciones en auténticos viveros de marineros muy avezados en la navegación por las aguas del Atlántico y, por tanto, en atractivos yacimientos de experiencia marinera en los cuales podían buscar efectivos para sus barcos los armadores que actuaban desde el puerto de Sevilla, así como también la Marina de la Corona de Castilla. Pero además hay que tener en cuenta que esta aportación humana podía hacerse desde estos territorios fronterizos porque era un área en crecimiento demográfico, sobre todo Ayamonte, y, por consiguiente, de sus nóminas demográficas podían detraerse efectivos de la población sin temor al colapso de las villas.

Autor: Antonio Manuel González Díaz

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