De ser una pieza clave dentro del entramado defensivo del emirato nazarí de Granada, cuya rendición precipitó de golpe la caída de todo el sector oriental del Reino, Baza pasará a convertirse en una urbe periférica inmediatamente después de su incorporación a la Corona castellana. El antiguo centro de operaciones del caudillo morisco Cidi Yahya Alnayar fue un enclave relativamente poblado durante los dos primeros tercios del siglo XVI. Sin embargo, la reducción progresiva de las competencias y autonomía de su iglesia y, sobre todo, la merma demográfica sufrida por la expulsión del colectivo cristiano nuevo en 1570 fueron situando a la ciudad en un papel cada vez menos protagonista dentro del entramado político del Estado Moderno.
Por si fuera poco, los continuos enfrentamientos militares, las epidemias de peste, la ruina de las haciendas municipales, las malas cosechas provocadas por una climatología adversa, el hambre, la exagerada presión fiscal o la extinción de la línea masculina de los todopoderosos Enríquez, auténticos señores de la urbe, y el consiguiente absentismo de sus herederos, provocaron que grandes contingentes humanos emprendieran un éxodo migratorio a mediados del siglo XVII hacia otros enclaves más prósperos, como Granada o Murcia. Para más inri, hemos de advertir que durante los primeros compases del Seiscientos se producía la independencia de algunas de las villas que habían compuesto el alfoz jurisdiccional de Baza desde la capitulación de la ciudad. Nos referimos a las exenciones de las villas de Cúllar, Benamaurel, Caniles y Zújar que terminaron por debilitar aún más la situación de la urbe cabeza de partido.
El Siglo de las Luces, lejos de lo que cabría esperarse, no hizo repuntar la demografía bastetana. Lógicamente se recuperó parte de la población, mas el crecimiento de la capital del Altiplano nunca estuvo a la altura de las otras ciudades del Reino, como Guadix, Almería, Ronda o Vélez-Málaga. Mientras ellas resucitaban a nivel poblacional, Baza, por desgracia, no lo hacía en las mismas proporciones, quedando relegada definitivamente a un papel secundario dentro del Reino.
Con tan reducido espacio de representación a nivel local, las familias más preeminentes que permanecieron en la Bastitania no tuvieron más opción que desarrollar una serie de estrategias para intentar aprovechar las escasas oportunidades que les brindaba el sistema. Así, la élite urbana de Baza llevará a cabo una serie de estrategias con el objetivo de promocionar y aspirar a unas esferas de poder más rentables, entre las que cabe destacar la calculada política matrimonial, la compra de oficios y cargos públicos, la administración de las rentas reales, la apuesta por la carrera de las letras, el ejercicio de las armas, el acceso a la alta administración o la colocación de algún deudo en las esferas más destacadas del ámbito clerical.
De este modo, las principales estirpes se preocuparán de manera obsesiva por perpetuarse en regidurías, juraderías, escribanías o alcaidías, como sabemos, los elementos más importantes de la estructura de poder de las ciudades. Convirtiéndose dichos cargos prácticamente en bienes patrimoniales que no salían de la familia salvo catástrofe, lo cual permitía la existencia de auténticas dinastías de oligarcas urbanos, como los Santa Olalla, los Bravo de Lagunas, los Bustos, los Pérez de Robles, los Segura Bocanegra, los Hurtado de Mendoza, los Salazar, los Arredondo o los Méndez Pardo.
Sin embargo, y como sucedió en otros ámbitos de la Monarquía, los elementos centrales del poder en Baza no fueron los regidores o los jurados, sino las estrategias familiares tejidas por estos munícipes urbanos. De este modo, los oficios públicos, los mayorazgos, los cortijos y haciendas y, lo más importante, el estatus social recaía, una y otra vez, en este reducido puñado de familias. Es decir, el parentesco constituía la llave maestra para controlar los espacios de poder a nivel municipal, de él dimanaba la elección de enlazar con unas familias y no con otras, qué individuos se dedicarían a los estudios, cuáles se mantendrían en sagrado celibato, etc.
En este orden de cosas, podemos apuntar, casi sin vacilaciones, que casi el 70% de los miembros de la oligarquía urbana de Baza estaban conectados entre sí de manera inmediata, en distinto grado de parentesco o afinidad, formando un mismo colectivo. Una hipótesis que nos lleva a concluir que el interés del grupo era cerrar filas progresivamente en torno a sí mismos, conectando siempre que les era posible con familias de su entorno más próximo.
Empero, a mediados del siglo XVII, este grupo de oligarcas bastetanos, al igual que estaba ocurriendo en otras ciudades de la Corona de Castilla, no tendrá más remedio que emparentar con un grupo de advenedizos u hombres nuevos, inferiores a nivel social pero tremendamente solventes en el plano económico, que pululaban en los alrededores del cabildo (arrendadores de rentas, mercaderes, mayordomos de propios, burócratas, etc.). Produciéndose, por ende, la asimilación en el seno de la oligarquía tradicional, asentada en el cabildo desde los tiempos de la conquista, de un grupo de gentes nuevas como los Morcillo, los Guillén de Toledo, los Gómez de Cos, los Alarcón, los Argamasilla o los Cosío que, gracias a su floreciente poderío económico, lograrán asaltar los oficios e instituciones locales.
Un acuerdo tremendamente beneficioso para ambos contingentes; de un lado, la vieja oligarquía conseguía una inyección económica para sus maltrechas Casas y, por otro, los advenedizos conseguían cambiar su estatus social y penetrar, poco a poco, en las instituciones de poder de la ciudad. Permitiendo aquellas estrategias la supervivencia y continua regeneración de la superestructura de poder de la Monarquía Hispánica.

Autor: José María García Ríos

Bibliografía

GARCÍA RÍOS, José María, “De la periferia al centro. Redes nacionales de una élite local: Baza en el siglo XVIII” en SÁNCHEZ-MONTES GONZÁLEZ, F., LOZANO NAVARRO, J.J. y JIMÉNEZ ESTRELLA, A. (eds.), Familias, élites y redes de poder cosmopolitas de la Monarquía Hispánica en la Edad Moderna, Granada, 2016.

GARCÍA RÍOS, José María, “Nuevas gentes y nueva sangre, pero las mismas reglas del juego. El Concejo de Baza en el siglo XVIII”, Historia y Genealogía, nº 7, (2017).
MAGAÑA VISBAL, L. Baza Histórica, Baza, 1978, 2 vols.
SORIA MESA, Enrique, La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, 2007.