Domingo Lois Monteagudo, arquitecto ilustrado de origen gallego es tal vez, y sin temor a equivocarnos, uno de los grandes referentes del neoclasicismo español que no ha tenido el reconocido mérito por parte de la sociedad e incluso de la propia historiografía hasta hace pocas décadas. Su brillantez ejecutoria, novedad técnica y compositiva no se había vislumbrado ante la pléyade de arquitectos reconocidos del neoclasicismo español, debido a la existencia de ilustres coetáneos como Juan de Villanueva (1739-1811), Sabatini (1722-1797) o su maestro Ventura Rodríguez (1717-1785), maestros y discípulos cuyas cronologías vitales paradójicamente son paralelas.

Esta circunstancia ha provocado que el autor apenas fuera conocido más allá del ámbito madrileño y gallego, en el que desarrolló nuevas tendencias estéticas en los pazos y supo renovar esta tipología. Sin embargo, en Andalucía poseemos notables obras de Ventura Rodríguez dirigidas por el arquitecto Domingo Lois como son la iglesia parroquial de Vélez de Benaudalla, la Colegiata de Santa Fe y la parroquia de la Encarnación de Loja en Granada. Además de esta participación como arquitecto director de las mismas, está constatada como autoría propia la singular iglesia parroquial de Montefrío.

Lois Monteagudo estaba familiarizado con la praxis arquitectónica gallega,  gracias a ancestros suyos como Alonso Lois, y especialmente a su tío Sebastián Monteagudo, autor de algunos colegios jesuitas y conventos en Villagarcía de Arousa y Betanzos. De este ámbito gallego, donde imperaba el barroco llegará en 1744 a Madrid para iniciar su etapa de formación en la Junta Preparatoria, entrando en contacto con Ventura Rodríguez. En estas fechas podrá conocer la construcción del Palacio Real de Madrid. En 1752 se matricula en la recién creada Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras algunos trabajos en Madrid, mientras compaginaba sus estudios académicos con profesores como Sachetti, Carlier, Bonavia o el propio Ventura Rodríguez, solicita viajar a Roma, donde es pensionado en 1758 por la Academia de España en Roma, tras ganar una oposición que también obtiene Juan de Villanueva.

Durante seis largos años, Domingo Lois Monteagudo aprovechó su tiempo italiano esbozando con notable éxito las ruinas romanas y cualquier elemento decorativo de la Antigüedad, como la crátera de la Villa Borghese de su Libro de varios adornos, conservado en la Biblioteca Nacional de España. En 1764 había obtenido el reconocimiento como académico de mérito en la prestigiosa Academia de San Lucca de Roma, siendo el primer español en obtener tal distinción. A su regreso, en 1765 solicita entrar en la Academia pero solo es aceptado como académico de mérito por lo que comienza a ejercer la profesión en Madrid y es seguidamente llamado para dirigir las obras de la Catedral de Santiago de Compostela. Así, la Puerta de la Azabachería será ejecutada según diseño de Ventura Rodríguez, en donde colabora un sobrino de Domingo Lois, Francisco Quintillán y Lois. No será la primera vez que maestro y discípulo trabajen juntos ya que ante las encomiendas del antiguo reino de Granada de patrocinio regio, Lois será uno de los encargados en viajar a la zona, para hacerse finalmente cargo de algunas obras de Ventura Rodríguez que serán emblemáticas: la iglesia de la Encarnación de Loja y la Colegiata de Santa Fe. Ambas construcciones son paradigmáticas en la introducción de los postulados clásicos en el repertorio andaluz y responden a parámetros propios del clasicismo ilustrado, con nuevas tendencias estéticas ciertamente radicales y sobrias que abortan el ornato tardobarroco, centrándose en la línea esquemática, de la arista viva, de la pilastra y del paramento enlucido sin más decoración que algunas ventanas termales, lunetos, y otros repertorios que iban en relación con los vestigios de la Antigüedad romana, recientemente encontrados y estudiados. Pero al no ser proyectos realizados por el arquitecto sino trazas de Ventura Rodríguez las licencias para demostrar su talante teórico y estético eran escasas. Todo cambiará con la iglesia parroquial principal de Montefrío.

A su vez, son importantes todos sus diseños como la elaboración de una fachada para la Universidad de Granada así como el proyecto de una capilla del Palacio del Pardo u otros trabajos similares que no se llevaron a cabo.

La importancia de Domingo Lois Monteagudo radica en que realizará obras con un cierto aire de purismo y funcionalidad, derivado del profundo conocimiento del Arte antiguo, especialmente romano. Su obra paradigmática en la provincia de Granada es la iglesia de la Encarnación en Montefrío, localidad del Poniente granadino en la que hará también un edificio civil en la actualidad convertido en Ayuntamiento. Se trata de obras diseñadas por el propio Domingo Lois aunque ejecutadas por Francisco Aguado, al fallecer en Granada en 1785 en plena construcción de la Colegiata de Santa Fe y ser sepultado en la iglesia de los Santos Justo y Pastor. Como ya apuntó Esperanza Guillén Marcos, la figura de Lois, siempre supeditada a la dirección de obras que no eran de su autoría como las de Santa Fe y Loja, supuso una merma en la capacidad intelectual y creativa de un arquitecto que cuando pudo ejecutar un diseño puro, aspiró a una creación sincera revisitando el Panteón de Agripa en Roma y generando un discurso hasta ahora inédito en el contexto español.

En el caso de la iglesia de la Encarnación de Montefrío, los trabajos preparatorios de la misma se comienzan en 1781, si bien el comienzo efectivo de las obras se realizó ya tras la muerte de Lois en 1786. El arquitecto gallego demuestra en esta obra su racionalidad y pureza si se compara con proyectos fechados en la misma época incluso por Ventura Rodríguez, como es el caso de la parroquial de Olula del Río, Almería. En Montefrío Lois obvia todo orden arquitectónico, y adopta una fórmula realmente racional. Su monumentalidad radica en el propio diseño, una gran forma cilíndrica en el exterior, pura geometría del pasado antiguo romano, evocado como modernidad en tiempos de Carlos III. De hecho, el único elemento decorativo de la fachada es la clave del arco de medio punto de la fachada, en la que emerge el escudo del patronato regio del monarca.

El Panteón de Agripa había servido a lo largo de la historia del arte como solución técnica para algunas cúpulas del renacimiento. Esta vez, Lois rendía homenaje a aquellos artífices romanos haciendo por un lado una especie de mímesis, pero innovado un interior sin casetonar, lo que genera no solo una bóveda extraordinaria sino una capacidad acústica muy singular en todo el espacio pétreo. A diferencia del Panteón romano, no hay un opaion central, la luz viene determinada por los vanos termales que iluminan los arcos de medio punto; arcos que son un alivio estructural de la gran mole arquitectónica y que funcionalmente que actúan como capillas alrededor de este espacio centralizado circular. Esta solución técnica pero estética le confiere una especial iluminación indirecta. En Montefrío se resume la arquitectura neoclásica española, su voluntad de marcar una ruptura con el sólido barroco clerical apegado a los arzobispados periféricos. El modelo impuesto por la Corona como adalid de modernidad y renovación espiritual permite a Lois poner este acento y generar un hito arquitectónico todavía de modernidad inusitada.

Autor: David Martín López

Bibliografía

CERVERA VERA, Luis. El arquitecto Gallego Domingo Antonio Lois Monteagudo (1723-1786) y su «Libro de barrios adornos». La Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 1985.

GUILLÉN MARCOS, Esperanza. De la Ilustración al Historicismo: Arquitectura religiosa en el Arzobispado de Granada (1773-1868). Granada, Diputación de Granada, 1990.

GUILLÉN MARCOS, Esperanza. Montefrío. Granada, Colección Libros de la Estrella, Diputación de Granada, 2001.