Diego López de Orta fue uno de los más relevantes comerciantes de piedras finas en Castilla durante el Quinientos. Mercader lisboeta de ascendencia cristiano nueva, Orta poseyó una red de contactos con un peso muy destacado en el norte de África y la costa litoral del sur peninsular.

Su habilidad negociadora se ejemplifica por su círculo de deudores, que incluía a bastantes miembros del alto clero, desde inquisidores granadinos hasta el mismo obispo de Ávila. Uno de sus centros de operaciones principales fue Madrid, donde Alvar García de Toledo, alcalde de Corte, se encargaba de custodiar sus escrituras. También abasteció de esclavos, fruto de la trata negrera,a miembros de gremios destacados, fundamentalmente plateros, y personalidades como don Luis Quijada, señor de Villagarcía, comendador mayor de León.

Sin duda, fue la nobleza andaluza quien más recurrió a sus servicios. El marquesado de Ardales, el ducado de Sesa o el marquesado de Gibraleón fueron algunas de las casas aristocráticas que recibieron continuados préstamos de este destacado personaje.

A la altura de 1570, fue denunciado de realizar prácticas de la religión judía, siendo arrestado por el Santo Oficio mientras se encontraba en Úbeda, donde iba camino a cobrar unas letras a su favor en Sevilla. Lo acompañaba Benito Pérez Torino, también portugués, quien ejercía las funciones de mayordomo personal de Orta. En sus declaraciones, efectuadas en el mes de noviembre del citado año, Torino terminó acusando a su señor de observancia de la ley mosaica.

Orta fue uno de los primeros portugueses condenados por la Inquisición de Córdoba. Según sus declaraciones ante sus captores y bajo los rigores del presidio, afirmó haber abrazado la fe de sus antepasados en 1557, debido a la influencia de su entorno. A causa de su avanzada edad y problemas de salud, la correspondencia inquisitorial con la suprema refleja el interés de sus captores en recopilar toda la información posible sobre los niveles de fortuna de este adinerado personaje y sus mercancías (sortijas de oro, anillos de plata, gran variedad de piedras preciosas, etc.).

Orta moriría a la altura de 1571. La Suprema permitió que se leyese su sentencia sin esperar al Auto de Fe. Entre otros bienes y réditos, el Santo Oficio de Córdoba se puso de inmediato presto para cobrar los 983.500 maravedíes que tenía a su favor el portugués en forma de deuda pública (juros), siendo la gran mayoría de ellos obligaciones contraídas a su persona por el conde de Ribagorza y el maestre de la Orden de Montesa. Asimismo, el tribunal cordobés quedó con algunos de los esclavos que poseía Orta para ser vendidos en suelo andaluz.

Fallecido antes del correspondiente auto de fe, su estatua fue reconciliada en Córdoba el 28 de abril de 1571 en la catedral cordobesa, iniciándose las diligencias para escribir a las inquisiciones de Portugal en busca de mayor información sobre la genealogía del penitenciado y sus negocios.

Autor: Marcos Rafael Cañas Pelayo

Bibliografía

GRACIA BOIX, Rafael, Autos de Fe y Causas de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, Diputación provincial de Córdoba, 1983.

CORONAS TEJADA, Luis, Judíos y judeoconversos en el reino de Jaén, Jaén, Universidad de Jaén, 2003.

CAÑAS PELAYO, Marcos Rafael, Los judeoconversos portugueses en el Tribunal Inquisitorial de Córdoba: Un análisis social (siglos XVI-XVII), Córdoba, Universidad de Córdoba, 2016.