Bernabé García de los Reyes está considerado como el más importante platero de la primera mitad del siglo XVIII. Será uno de los primeros orfebres que acerquen su obra al rococó, mediante el uso de las curvas y las contracurvas, rodeadas de ramos de inspiración vegetal y floral, que posteriormente tendrán una gran profusión.

Nació en el seno de una familia humilde el 27 de octubre de 1696, que vivía en la collación de la parroquia del Sagrario de la Catedral. Aprenderá el oficio en el taller de Alonso de Aguilar y llegará a casarse con su hija, María de Aguilar en la Iglesia de Santo Domingo de Silos. Al poco de contraer matrimonio, muere su suegro y se hace cargo del taller, así como de los numerosos encargos que había admitido y que se hallaban sin finalizar. Todo ello, sin haber aún aprobado el examen de ingreso en el gremio de plateros. Mantendrá un litigio con su suegra y alguno de sus cuñados por los bienes testamentarios, que terminará con la firma en 1727 de un convenio, mediante el cual se comprometía a hacerse cargo del taller y de ir terminando las obras inconclusas de su suegro, a cambio de un cuantioso pago. Aprobó el ingreso en el gremio de plateros el 30 de julio de 1725 y sustituirá a su suegro como platero de la Catedral a su muerte. Tuvo un hijo, llamado Bernabé García de Aguilar, que aprenderá el oficio en su taller. Allí se formará también Damián de Castro. Morirá el 29 de diciembre de 1750.

En los últimos años de su vida disfrutó del nombramiento de algunos cargos dentro de la hermandad, como fueron veedor de plata, hermano de los caudales en 1741, hermano mayor del Colegio entre 1744 y 1745, año en que otorga testamento y hermano consiliario. Y fue también Platero Mayor de la Catedral, dejando allí importantes obras argénteas. Entre ellas destacará la restauración de la gran custodia procesional de Enrique de Arfe y la construcción de su basamento.

En su estilo se puede ver cómo es capaz de utilizar con gran presteza y elegancia los elementos propios del Barroco, a pesar de que –en ocasiones impuestas- vuelve a postulados más tradicionales. Esto es claramente visible en algunos cálices y copones, como el cáliz de la parroquial de Espejo o la de Santiago de Montilla, más sencillos, frente a otros mucho más barrocos, como el de la colegiata de Santa María del Campo de La Coruña, o el del Santuario de Nuestra Señora de Araceli de Lucena, que serán los precursores de modelos posteriormente repetidos en Damián de Castro.

Destacarán también otro tipo de piezas, como la puerta de sagrario que hará h. 1727-1730 para la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Santaella, donde se puede ver un magnífico relieve del Cordero apocalíptico y la Santa Cena. García de los Reyes será el primer artífice que plasmará esta escena de la Pasión de Cristo en una obra de platería y la usará también en la custodia de Espejo, abriendo así nuevos caminos en cuanto a la iconografía se refiere.

Entre su gran producción también estarán las sacras de Castro del Río y Palma del Río, el arca eucarística de Aguilar de la Frontera, las lámparas del monasterio del Císter y de Bujalance, el arreglo de la lámpara catedralicia o algunos relicarios. Los atriles son obras que destacarán por su gran belleza de líneas, elegancia en sus perfiles verticales y sus bordes rectos, decorados con gran abundancia de elementos vegetales y ricos relieves, con iconografías dedicadas a santos como San Bartolomé, San Francisco, San José o la Virgen con el Niño; ángeles y apóstoles como San Pedro o San Pablo.

Muchas son las obras y diversas las tipologías que este platero trabajará, pero hay que prestar especial atención a las custodias procesionales. La custodia de la parroquia de San Bartolomé de Espejo había sido encargada conjuntamente a Alonso de Aguilar y Tomás de Pedrajas el 2 de febrero de 1725, mediante un documento firmado por los artífices y los curas de la parroquia. A la muerte de Alonso, será Bernabé quién la finalice siguiendo los diseños de Tomás, cuando aún no había aprobado el ingreso al gremio de plateros. A pesar de ello, la obra quedará totalmente entregada en el plazo escaso de un año. Destaca por presentar una estructura arquitectónica muy renovada, donde la columna salomónica y el estípite se integran en una maraña de elementos decorativos y pequeñas esculturas, que representan los Evangelistas, la Inmaculada y San Bartolomé.

Realizará además la de la catedral de Teruel, y le son atribuidas dos más, la de la parroquia de Santa María de Baena y la de la parroquia de Nuestra Señora de Gracia de Montalbán de Córdoba; así como el arreglo y la ampliación de la custodia catedralicia de Enrique de Arfe en 1735. La característica más importante de dichas piezas es el uso de la escultura, de los estípites y de los elementos decorativos, elementos que serán recurrentes en muchas de sus obras.

El arca eucarística de la parroquia de Nuestra Señora del Soterraño de Aguilar de la Frontera, de 1746, es otra de sus más importantes creaciones, por ser una de sus últimas producciones y porque es la única de esta tipología salidas de la gubia del artista. Muestra un juego muy sugerente de líneas envolventes y se completa con un amplio programa iconográfico, gracias a los relieves del Cordero Místico, Moisés en la peña de Horeb, Sansón y el león, y el pelícano. Tipología que, paralelamente, su yerno, Damián de Castro, desarrollará y propagará con posterioridad.

Autora: María del Amor Rodríguez Miranda

Bibliografía

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VALVERDE MADRID, J.; El platero cordobés del siglo XVIII, Bernabé García de los Reyes, revista Adarve, nº 185 (1967), Priego de Córdoba, s/f.