Antonio del Castillo fue una figura clave, tal vez el pintor cordobés más importante del siglo XVII. Hijo de Agustín del Castillo, pintor extremeño establecido en Córdoba, desde muy joven manifestó su vocación artística. Su padre debió ser su primer maestro, pero al quedar huérfano en 1631 entró como aprendiz en el taller de Ignacio Aedo Calderón, pintor de imaginería del que apenas existen referencias.

Durante un tiempo trabajó pintando obras de imaginería, aunque pronto decidió dedicarse a la pintura de lienzos. Por tal motivo se traslada a Sevilla, entablando relación con los pintores de mayor renombre de esta ciudad y aprendiendo las nuevas tendencias pictóricas que se estaban desarrollando en la capital hispalense. A este respecto recibió una gran influencia de Francisco de Zurbarán, con quien completaría su formación, adentrándose a partir de entonces por las sendas del naturalismo pictórico.

En 1635 regresa a Córdoba, donde se establece definitivamente, trabajando  como pintor y adquiriendo en pocos años un gran reconocimiento por su amplia labor artística. Destacando como pintor de lienzos y dibujante fue ante todo un artista polifacético, realizando también la policromía de obras de imaginería, pinturas al fresco, así como bocetos en barro para proyectos de orfebrería.

Antonio del Castillo se centró principalmente en la pintura de temática religiosa, cultivando además otros géneros pictóricos como el retrato. En sus pinturas representa diversas escenas de la vida de Cristo y de la Virgen, dedicándose también a la temática bíblica y hagiográfica. En su abundante producción se aprecia la huella de Zurbarán, siendo especialmente significativa en sus pinturas más tempranas. Junto al legado del maestro extremeño y de la escuela pictórica sevillana en general, en los años centrales de siglo su obra se enriquece gracias a las influencias recibidas de algunos pintores holandeses y flamencos. Tal es el caso de Abraham Bloemart, grabador y pintor holandés, o de Pedro Pablo Rubens. Los ecos de este maestro flamenco, caracterizado por las composiciones dinámicas y opulentas, animadas por un rico colorido, se harán patentes en las últimas obras de Castillo.

La amplísima producción pictórica de este maestro se halla actualmente repartida por numerosas pinacotecas y colecciones, tanto nacionales como  internacionales, aunque muchas de sus obras pueden contemplarse en algunos templos de Córdoba, así como en el Museo de Bellas Artes de esta ciudad. Lo mismo cabe decir de sus abundantes dibujos, muchos de ellos conservados en este último museo.

La faceta de Castillo como dibujante ofrece igualmente un gran interés.  Predominan los dibujos realizados a tinta, aunque también los hay a lápiz o sanguina y a la aguada. En cuanto a la temática, al igual que en la pintura se decanta por las representaciones religiosas, si bien destacan algunas otras series. Tal es el caso de los dibujos de escenas y personajes mitológicos, los apuntes tomados de la naturaleza, y los proyectos arquitectónicos, decorativos o de orfebrería.

Autora: Yolanda Victoria Olmedo Sánchez

Bibliografía

GARCÍA DE LA TORRE, Fuensanta y NAVARRETE PRIETO, Benito, Antonio  del Castillo en la senda del Naturalismo (cat. exp.), Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 2016.

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NAVARRETE PRIETO, Benito y GARCÍA DE LA TORRE, Fuensanta, Antonio del Castillo (1616-1668). Dibujos. Catálogo razonado, Santander, Fundación Marcelino Botín, 2008.

PALENCIA CEREZO, José Mª., Antonio del Castillo en el Museo de Bellas Artes de Córdoba (cat. exp.), Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 2016.

REVENGA DOMÍGUEZ, Paula y PALENCIA CEREZO, José Mª., Antonio del Castillo en la ciudad de Córdoba (cat. exp.), Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y Diputación de Córdoba, 2016.

ZUERAS TORRENS, Francisco, Antonio del Castillo. Un gran pintor del barroco, Córdoba, Diputación Provincial, 1982.