Antonio de Viedma nació en Jaén el 12 de junio de 1742, siendo sus padres Andrés Fernández de Viedma y Feliciana Verdejo Fajardo. Hijo y nieto de caballeros veinticuatro de la ciudad, fue bautizado cinco días después en el Sagrario de la catedral jiennense. Fue el quinto de seis hermanos: Inés, Ana, Gaspar, Francisco y Andrés. Estos dos últimos también con protagonismo en los proyectos colonizadores de la costa patagónica en el contexto de la expedición dirigida por Juan de la Piedra y promovida por el virrey Juan José Vértiz en 1778. Destituido aquél, Francisco de Viedma asumió la empresa como comisario superintendente de la zona de Río Negro de la que resultó la fundación de las ciudades de Carmen de Patagones y Viedma, actual capital de la provincia de Río Negro.

La actividad desplegada por Antonio de Viedma se centró en una región más meridional, concretamente en la bahía de San Julián. La relación de cuanto sucedió se encuentra detallada en el Diario que el propio Viedma escribió La nueva expedición partió de Montevideo el 15 de enero de 1780 en tres bajeles y un contingente humano que finalmente llegó a las 74 personas. Tras recalar en el puerto de Santa Elena y luego en el de San Gregorio, estableció en abril un campamento en Puerto Deseado para invernar y allí hubo de afrontar no sólo los rigores del frío, sino también los efectos mortales del escorbuto que hizo mella en la población. Con la bonanza climática, buscó un nuevo emplazamiento para levantar un asentamiento estable con disponibilidad de agua dulce y capaz para el cultivo. Así surgió, a nueve kilómetros de la costa, la Nueva Población y Fuerte de Floridablanca. Su acta de fundación data del 28 de enero de 1781 y su nombre es un homenaje al ministro José Moñino. La población se aproximaba a las 150 personas, en su mayoría familias de labradores procedentes de España. Desde el inicial fuerte de madera, la ciudad fue creciendo con la construcción de hospital, herrería, panadería y nuevas casas de pobladores.

En septiembre de 1782, Antonio de Viedma puso en marcha una expedición que por espacio de un mes y a lo largo de más de 700 kilómetros le llevó hasta el río Chico; remontó su cauce y alcanzó el paraje que hoy es conocido como Piedra Clavada. La exploración del territorio le permitió conocer la Laguna Grande que, en su honor hoy se conoce como lago Viedma. La singularidad de aquella región quedó registrada con absoluta precisión en los apuntes de su Diario. Con estilo sencillo pero expresivo describió las nuevas tierras, aportando un caudal de información valiosa sobre la nueva realidad geográfica.

A principios de 1783 la falta de víveres amenazó el futuro de Floridablanca. Viedma decidió viajar a Buenos Aires para recabar apoyo de las autoridades, pero cuando llegó en mayo comprobó que el mismo virrey era el principal partidario de poner fin al establecimiento. En efecto, Juan José Vértiz, a la luz de distintos informes que dudaban de la viabilidad de aquella colonia, además del elevado costo de su mantenimiento para la Real Hacienda, propuso a la Corona su abandono. La real orden de 1 de agosto de 1783 se hizo eco de la propuesta y determinó que la ciudad fuese abandonada. Como único testigo de la presencia española en el lugar se mandó levantar una pilastra con las armas reales y una inscripción que acreditaba la soberanía hispana. El 29 de enero de 1784 se consumó el desmantelamiento de Floridablanca y se prendió fuego “al fuerte de madera, hospital, panadería, herrería, atahona, casas de pobladores y todas las demás que varios individuos del predicho establecimiento habían levantado a su costa y mención, incluyendo en el incendio de ellas todo lo que era de poca utilidad”.

De nada sirvió el interés del ministro José de Gálvez, que casi por esas mismas fechas (8 de febrero de 1784), escribía al nuevo virrey Loreto para que reconsiderara la continuidad y utilidad de aquel establecimiento en atención a su enclave estratégico y la amenaza extranjera en la zona. El proyecto colonizador de Antonio de Viedma tocaba a su fin apenas cuatro años después de haberse iniciado. Aunque por reales órdenes de 7 de junio de 1784 y 21 de abril de 1785 se instó a las autoridades bonaerenses destinarle a otro empleo, ello no ocurrió. Finalmente, regresó a su Jaén natal donde vivió con el mismo sueldo que disfrutó como comisario superintendente de San Julián. Fue nombrado caballero de la Orden de Carlos III el 2 de diciembre de 1791 y falleció en fecha aún por determinar en aquella misma ciudad.

No obstante, la figura del jiennense ofrece otro perfil nada desdeñable para el conocimiento de la región patagónica. Si ya se ha resaltado su papel como geógrafo, es ahora el turno de valorar su contribución a la percepción de la cultura indígena, sus costumbres, mentalidad, religión, etc. que pudo captar durante los años que permaneció en la zona. Todo ello se condensa en su Relación de la costa meridional del sur, llamada vulgarmente Patagonia; relación de sus terrenos, producciones, frutos, aves y peces; indios que la habitan, su religión, costumbres, vestidos y trato. Se trata de un texto clave para recrear la figura del tehuelche que se anticipa en mucho tiempo a los trabajos de Alcides D’Orbigny y Teófilo Schmid.

Ha sido en el siglo XX cuando la Floridablanca de Antonio de Viedma ha vuelto a cobrar vida gracias a los sucesivos proyectos arqueológicos que se han acometido en la zona, ya declarada Lugar Histórico por la Comisión Nacional de Museos, Sitios y Monumentos históricos de Argentina. Dicho yacimiento ha sido objeto de precisas investigaciones sobre su estructura arquitectónica, organización social, vida cotidiana o economía. En este sentido, merecen destacarse los estudios resultantes del Proyecto de investigación “Arqueología e Historia en la colonia española de Floridablanca” que se desarrolla entre el CONICET y la Universidad de Buenos Aires.

Autor: Miguel Molina Martínez

Bibliografía

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SENATORE, Mª Ximena, Arqueología e Historia en la colonia española de Floridablanca, Buenos Aires, Editorial Teseo, 2007.