Antonio Caballero y Góngora fue uno de los representantes más relevantes de la Ilustración andaluza. Nació el 24 de mayo de 1723 en Priego (Córdoba) en el seno de una familia cordobesa acomodada en la que fue el cuarto hijo de los seis que tuvieron sus padres, Juan Caballero y Espinar y Antonia de Góngora. Antonio Pascual de San Pedro Alcántara, nombre con el que fue bautizado el 26 de mayo de 1723, pasó su niñez en Priego y se inició en la educación religiosa en un convento de Priego donde se dedicó al estudio de la gramática, poética, retórica y humanidades.

En 1736 marchó a Granada para continuar sus estudios y en 1738, cuando tan sólo contaba con quince años, consiguió una beca de teólogo en el Real Colegio de los Santos Apóstoles San Bartolomé y Santiago de Granada. En 1747 se graduó de Filosofía y Teología. Debido a que era un estudiante brillante, se ganó otra beca en el Colegio Mayor y Real de Santa Catalina de Granada donde se licenció en teología el 3 de julio de 1744.

En 1750 inició su carrera eclesiástica al ordenarse presbítero. Pronto se le nombró Capellán de la Real Capilla de Granada. En 1753 pretendió una canonjía lectoral en Toledo, algo que no consiguió aunque sí logró pasar de canónigo a Córdoba, cargo que desempeñó durante veinte y dos años. Ello le permitió adquirir experiencia en la vida religiosa y caracterizarse como un eclesiástico ejemplar que además se interesaba por la vida sociopolítica pues solía ser comisionado para visitar a personas de relieve en nombre del Cabildo. Todo esto le posibilitó forjar estrechas amistades entre importantes ilustrados, formar una sólida cultura y crear una gran fortuna basada en numerosos bienes, entre ellos una gran cantidad de libros (de temática filosófico-teológica y científico-técnica) y cuadros de los pintores más famosos del barroco español e internacional, como Murillo, Tiziano, Rubens, etc.

A finales de 1774, Antonio fue nombrado obispo de Ciudad Real de Chiapas en Nueva España, aunque por razones burocráticas finalmente fue nombrado en la diócesis de Mérida de Yucatán también en Nueva España. Tras ser consagrado obispo en la catedral de La Habana pasó a Yucatán donde ocupó su puesto hasta que en 1777 se le ascendió al arzobispado de Santafé. En su viaje a América llevó un voluminoso equipaje conformado por una relevante pinacoteca y biblioteca.

Procedente de Yucatán, Antonio Caballero y Góngora desembarcó en Cartagena de Indias el 29 de junio de 1777 y de allí se dirigió a la capital del virreinato de Nueva Granada, Santa Fe de Bogotá, donde llegó el 5 de marzo de 1778.

Como arzobispo de Bogotá, tuvo que vivir situaciones sociales y políticas de gran transcendencia para todo el imperio como fue el movimiento de los comuneros en 1781 que le hizo dar pruebas de su apego a la Corona, lo que le llevó al primer plano de la política colonial y a ser recompensado con la asignación de la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III el 3 de mayo de 1782 y con el nombramiento como Virrey de Nueva Granada confirmado por el real decreto de 7 de abril de 1783. Esta ascensión fue debida, en gran medida, a la estrecha relación que guardaba con el también andaluz José de Gálvez, ministro de Indias de Carlos III que se refleja en la asidua correspondencia que mantuvieron.

Su obra política se centró en restaurar el orden a través del indulto a la mayor parte de los comprometidos en la Revolución de los Comuneros, a excepción de cuatro ejecuciones y algunos encarcelamientos. Procedió también a la captura del ex fraile jesuita Juan José Godoy de quien se tenía sospecha de que estaba reuniendo recursos y apoyo de los recién independientes Estados Unidos para iniciar una revolución en las colonias hispanoamericanas. No obstante, su actividad política se focalizó en otros aspectos importantes como el establecimiento de un sistema de sanidad pública (como atestigua el impulso que dio a la creación de un hospital en Cartagena para luchar contra la lepra); la introducción y sistematización de la vacuna contra la viruela; la modernización de la agricultura para alcanzar una mayor productividad en los cultivos; la creación de nuevos estancos como el de la canela, el palo Brasil y la quina; el impulso del comercio e industria local con el desarrollo minero; la militarización del virreinato; y la regeneración de la acción misional.

Caballero y Góngora se interesó en todo momento por el desarrollo cultural a través de la creación de escuelas de primeras letras, la perfección del plan de estudios y el fomento del estudio de las matemáticas, física, botánica y otras ciencias naturales con el objetivo de impulsar su aplicación práctica a los campos de la medicina, la agricultura y la industria para el progreso económico y social del virreinato. Además, fue quien patrocinó de su propio peculio la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, una de las instituciones científicas más importantes de América, dirigida por el científico gaditano José Celestino Mutis en noviembre de 1783.

En 1784 Antonio se mudó a Cartagena de Indias, aunque realmente fue en Turbaco, pueblo cercano a Cartagena y con un clima algo más fresco, donde se edificó un nuevo palacio virreinal para dirigir el virreinato hasta el final de su mandato. Allí se concentró en la pacificación de los indios del Darién y a las fortificaciones de las provincias marítimas que se veían constantemente amenazadas por los ingleses.

Caballero y Góngora solicitó su renuncia como virrey de la Nueva Granada para volver a España en 1788, lo que le fue concedido de la mano de su nombramiento como arzobispo-obispo de Córdoba. De esta forma, emprendió su regreso a España, llegando el 19 de junio de 1789 al puerto de La Coruña desde donde se trasladó a Córdoba tras residir algún tiempo en Madrid. En Córdoba terminó su vida realizando actividades del clero local, como la visita pastoral a toda la provincia comenzando por Priego y Lucena, interesándose por los problemas religiosos de cada pueblo. Asimismo, continuó su afición por las artes, lo que le llevó a fundar una escuela de dibujo en Córdoba para más tarde convertirla en academia de pintura y escultura. Para ello, cedió dependencias de su propio palacio, contrató profesores y se convirtió en mecenas de jóvenes cordobeses.

El último acto público del que formó parte fue en 1796 en el recibimiento de Carlos IV y su esposa María Luisa, a quienes acompañaba Manuel Godoy y que fueron atendidos por el propio obispo. Estos le agradecieron su dedicación y servicios tanto en América como en la Península y Godoy le prometió que negociaría con el Papa que se le concediera a Caballero y Góngora un capelo cardenalicio. Aunque nunca pudo disfrutar de esta distinción pues sólo tres días después, el 24 de marzo de 1796, el Jueves Santo, falleció a los 72 años. Su sepultura se encuentra aún hoy en la catedral de Córdoba.

Córdoba fue uno de los epicentros de las reformas ilustradas de Carlos III y en ella surgieron personajes de gran relevancia que siguieron las directrices de la Ilustración sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII. Es el caso del arzobispo-virrey Antonio Caballero y Góngora uno de los obispos ilustrados más destacados de España y América en el siglo XVIII.

Autora: Rocío Moreno Cabanillas

Bibliografía

CABALLERO Y GÓNGORA, Antonio, Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, Obispo de Córdoba, Córdoba, Consejería de Cultura, 1989.

GÓMEZ Y GÓMEZ, Tomás, Vida y obra de Don Antonio Caballero y Góngora, Sevilla, Consejería de Cultura, 1989.

MORA MÉRIDA, José Luis, “Ideario reformador de un cordobés ilustrado, el Arzobispo y Virrey don Antonio Caballero y Góngora”, en Andalucía y América en el siglo XVIII: actas de las IV Jornadas de Andalucía y América, Universidad de Santa María de la Rábida, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1985, pp. 233-260.

2017-11-30T10:45:32+00:00

Título: Caballero y Góngora, Antonio, Aciertos del Rey Nuestro Señor en el tiempo, y lugar, en que coloca a Christo Sacramentado, y le dedica templo en la nueva ciudad de San Fernando, Imprenta Gabriel Ramírez, [...]