Monja Agustina, protagonista de la fundación de beaterios y conventos agustinos recoletos en Andalucía. Bajo su impulso se fundarán dos conventos en Granada (Corpus Christi y Sto. Tomás de Villanueva), a partir de dos beaterios debidos a su iniciativa, y otros dos conventos en la Tierra de Cádiz (el de Jesús Nazareno de Chiclana de la Frontera y el de Jesús, María y José de Medina Sidonia). El nacimiento de su vocación religiosa, de sus afanes de renovación de la vida espiritual en los conventos femeninos y de su actividad fundadora quedará registrado de su propia mano en el Libro de las Fundaciones (1670), en el que da cuenta de 29 años de vida religiosa.

Antonia, hija de Francisco López y de Josefa Ximénez de Alfaro, había nacido en Pastrana, localidad situada en la actual provincia de Guadalajara, pero pronto se trasladó con sus padres a vivir a Granada donde, en seno de una familia numerosa, se formaría con toda probabilidad de la mano de su madre, de procedencia nobiliaria y educada en el Colegio de Doncellas de Toledo. No sabemos mucho sobre su vida familiar ni tampoco de los primeros años de su existencia; ya que, como es habitual en otros escritos autobiográficos espirituales de monjas, el análisis de su trayectoria de vida camina de la mano de sus experiencias religiosas y en este caso, especialmente, de los avatares de su vida de fundadora de beaterios y conventos reformados de la orden agustina. Al parecer la devoción por los agustinos fue influencia familiar, si bien tanto en el despertar de su vocación como en el proyecto de convertirse en fundadora de conventos femeninos bajo el amparo de una orden reformada, y según ella misma expresa, el ejemplo y los escritos de Teresa de Jesús jugaron un papel decisivo. A pesar de su inicial intención de ingresar en un convento carmelita y, en parte, debido a la inicial negativa familiar a prescindir de ella –era la hermana mayor en una casa con muchos hijos y renta ajustada- Antonia se decidirá por una solución no inusual entre las mujeres de su tiempo. Asumirá una vida de retiro, ayuno y rezo en su propia casa, convirtiendo uno de sus aposentos en una especie de beaterio. Aunque esta forma de vida se emprendía, muchas veces, en soledad, en el caso de Antonia su decisión de vida retirada fue acompañada por la de una hermana y una prima suyas, iniciándose así un beaterio bajo la regla de San Agustín en el Albaicín granadino. Estamos en 1635, en pleno proceso de despoblamiento, empobrecimiento y marginalización del Albaicín, castigado por la pérdida de su población morisca y por la crisis general que vive la Andalucía de la época, a la que se une en el caso de Granada las inundaciones, los temblores de tierra, las malas cosechas y las epidemias que golpearon la ciudad en la primera mitad del siglo XVII.

La decisión de Antonia de cambiar “las galas”, es decir una vida secular propia de una joven de 20 años, por la oración, la disciplina y la búsqueda de la trascendencia espiritual, es comprensible a la luz de un contexto histórico en el que el “encierro” de las mujeres aparecía en la mentalidad de la época como garantía de seguridad para el orden social Este aconsejaba a las familias una estrategia de encierro/depósito de algunas de sus hijas y mujeres en los conventos donde podían llevar una vida sin riesgos para el honor de la familia y la salvación del alma. El ingreso, voluntario o más o menos forzado en un convento, evitaba la dispersión del patrimonio familiar con las crecidas dotes que se precisaban para emparentar acorde con el estatus en los casos de mujeres de destacadas familias de la nobleza. En aquellos otros casos de jóvenes de familias menos pudientes actuaba de “refugio” asegurándoles un lugar respetable en la sociedad con una inversión dotal menor. Sin embargo, no hay que descartar otras funciones del “ser monja”, como indican muchos otros ejemplos que la Historia de las Mujeres ha ido sacando a la luz. En ellos se percibe que el convento fue también para las mujeres de estos siglos, inmersas en una sociedad que encontraba sus fundamentos en lo religioso, un espacio de promoción social y, en algunos casos, de proyección política. Así mujeres que estaban destinadas, de acuerdo con la ideología dominante, a vivir intramuros al servicio de su familia, en la casa familiar o en el convento, vieron en el espacio religioso un camino en el que desarrollar un proyecto de vida individual y una forma de estar en el mundo. Antonia de Jesús fue una de estas mujeres, que bajo la guía del modelo de otra, la reformadora del Carmelo Teresa de Jesús (1515-1582), supo abrirse camino y brillar con luz propia en una sociedad que las condenaba a la invisibilidad. Este referente femenino concreto sabemos que fue decisivo en el caso de Antonia de Jesús, al igual que sucedió con muchas otras religiosas de los siglos XVI y XVII, entre otras con la agustina recoleta Mariana de San José (1568-1638), que será quien lleve en España a la rama femenina de la orden de San Agustín el espíritu reformador de Teresa de Jesús a través de la implantación en la misma de la regla de las carmelitas descalzas. En el Libro de las Fundaciones de Antonia de Jesús, se percibe claramente la fuerza y la impronta de este modelo de vida conventual femenina en el que el ayuno, la oración y el retiro actúan como elementos propiciadores de un contacto directo con Dios, aunque sin renunciar al contacto con el mundo. Como en el caso de la monja carmelita, las fundaciones de Antonia de Jesús no estuvieron exentas de polémica y enfrentamientos. Los hubo con los agustinos granadinos, vecinos suyos en el Albaicín, con las propias hermanas del primer beaterio fundado por ella, y con el vecindario granadino. El pueblo, en general, no estaba a favor de nuevas fundaciones, que consideraba excesivas en una Granada bien provista de conventos –la ciudad estaba entre las ciudades andaluzas de la Corona de Castilla con mayor número de ellos. Respecto a los agustinos, bajo cuyo amparo Antonia había iniciado su vida religiosa, aunque estaban establecidos en un convento del Albaicín habían intentado sin éxito situar su Casa en la parte baja de la ciudad, más poblada y más rica. Antonia en poco tiempo conseguiría el apoyo del arzobispo de Granada y el permiso para establecer un nuevo beaterio en la parte baja de la ciudad. Los agustinos llevaron mal este éxito de la beata Antonia que resultaba más fulgurante e inexplicable por proceder de una “pequeña mujer” al compararlo con su propio fracaso. Tampoco estuvieron conformes algunas de las mujeres del beaterio del Albaicín que se negaron a acompañar a la madre Antonia al nuevo beaterio. No obstante, la fundación siguió su marcha con Antonia de Jesús a la cabeza, que se estableció con diez compañeras, en 1643, en una pequeña casa de la calle de la Cárcel. En los años siguientes, Antonia de Jesús seguirá consolidando el nuevo beaterio con su traslado a una casa más grande en la calle de la Gracia y su constitución en convento de agustinas recoletas (1655). Con el tiempo, el beaterio del Albaicín también se transformaría en convento de agustinas recoletas (1668). Su labor fundadora no se detendrá en Granada sino que seguirá en las tierras gaditanas donde fundará otros dos conventos: el de Jesús Nazareno de Chiclana de la Frontera (1666) y el de Jesús, María y José de la localidad de Medina Sidonia (1687), donde permanecerá hasta su muerte. Esta se produce a los 83 años, en olor de santidad y tras una larga vida destinada a impulsar la renovación de la vida religiosa en los conventos femeninos andaluces.

Los avatares de su actividad fundadora nos llegan de primera mano a través del Libro de las Fundaciones que empieza a escribir en el convento de Chiclana de la Frontera y concluye también allí (1670) bajo el tradicional argumento de: “por mandato de su confesor”. Por entonces ya goza de cierta fama en el entorno de la Bahía gaditana, donde ha contado y contará con importantes benefactores que apoyarán las fundaciones gaditanas. Este hecho, la ayuda que recibirán sus casas –beaterios y conventos- de grandes, medianos y pequeños, es una referencia constante en sus escritos que ella, con una visión señaladamente providencialista, interpreta y explica como señal divina de aceptación de su labor fundadora. La estrechez de las rentas, la ruina inicial de los edificios destinados a albergarlas no parece preocuparla bajo el convencimiento que manifiesta de que “Dios proveerá”. Sus escritos la señalan también como una mujer con tenacidad y confianza en sí misma, ambas condiciones derivadas según ella de que se siente impulsada por Dios. A pesar de estos signos que la pueden presentar como una mujer que se sabe “elegida” por Dios para una gran obra, Antonia de Jesús no hablará de las “mercedes espirituales” que recibe y será pudorosa a la hora de manifestar supuestos consuelos divinos. Éstos quedan velados, como patrimonio exclusivo de una vivencia religiosa que ella quiere intima, en todo caso circunscrita a unos conventos femeninos que, en el diseño ideal que desea para ellos, han de ser la casa de unas pocas monjas –no muchas-, propietarias de una vocación “muy particular”. No era preciso que fueran o procedieran de familias ricas, pero sí a poder ser “selectas”, decididas a llevar una vida auténtica bajo la guía de una regla reformada.

Autora: María José de la Pascua Sánchez

Bibliografía

BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, Domingo, La madre Antonia de Jesús, Cádiz, Conventos RR.MM Agustinas recoletas de Sto. Tomás de Villanueva, Corpus Christi, Jesús Nazareno y Jesús María y José, 1988.

BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, Domingo, Fundaciones femeninas andaluzas en el siglo XVII: Los escritos de la recoleta Madre Antonia de Jesús, Cádiz, Conventos RR.MM Agustinas recoletas de Sto. Tomás de Villanueva, Corpus Christi, Jesús Nazareno y Jesús María y José, 1995.

CEBALLOS GUERRERO, Antonio, El convento de Santo Tomás de Villanueva. Una aproximación a los conflictos fundacionales en la Granada del siglo XVII, Biblioteca Virtual de Andalucía –Junta de Andalucía, Consejería de Educación, Cultura y Deporte, 2015.

MARTÍNEZ LÓPEZ, Cándida; PASTOR, Reyna; PASCUA SÁNCHEZ, María José de la; TAVERA, Susana (dirs.), Mujeres en la Historia de España. Enciclopedia biográfica, Barcelona, Planeta, 2000.