Palomero sitúa el nacimiento de Hernández hacia 1540 según el contrato de aprendizaje firmado con el escultor Bautista Vázquez el viejo en el que decía que tendría “quinze años más o menos”. Hasta los 13 años se educó con sus padres Juan Fernández, carpintero y Catalina Estrada residentes en Ávila. En 1553 entra en el taller de Vázquez como aprendiz por espacio de ocho años. En 1560 se trasladara con su maestro y tutor a Sevilla y colaborara al año siguiente en el retablo mayor de la Cartuja sevillana. Una vez establecido en Sevilla no volvió a ausentarse de ella, salvo salidas esporádicas a localidades de la diócesis sevillana o a Córdoba.

Ya hemos comentado la formación de Hernández en el taller de Vázquez “el viejo” y conocería el trabajo realizado por los grandes escultores del foco vallisoletano como Berruguete, Juni o el propio Becerra y por supuesto del ámbito toledano. También tendría acceso mediante estampas o dibujos a la escultura clásica griega y romana y por supuesto a los autores contemporáneos del Renacimiento italiano más significativos como Miguel Ángel. Por otro lado, su formación se completa con la realidad de la escultura sevillana del momento, donde destacan entre otros Jorge Fernández, Roque Balduque y también las aportaciones del italiano Torrigiano.

Poseía una abundante biblioteca y colección de grabados. Aparte tenía “dos docenas de modelos de yeso y otras dos docenas de cera” en su taller. También hay que destacar la facilidad de Hernández para el dibujo y así dos siglos después decía el erudito Preciado de la Vega “que no sabía explicarse de otro modo que con el lapicero en la mano”. Hombre de refinada cultura, se casó en 1568 con la hija de Hernán Ruiz II, Luisa Ordoñez y se relacionó con eruditos y pintores como Alfián, Villegas o Pereyra. El matrimonio tuvo dos hijos Jerónima de Estrada y Hernando Ordoñez, ninguno de los cuales continuara con su profesión.

En 1573 sacó el título de maestro “en el arte de escultor, entallador de romano y arquiteto” tras pasar el examen impuesto por el gremio. Esta labor, que venía realizando de antes, se verá reafirmada en 1579 cuando es ascendido a “maestro mayor de la Ciudad” y así realizara el túmulo que el ayuntamiento instaló delante del coro de la catedral para honrar el traslado de los cuerpos reales. En 1582 se le designa como “arquitecto” al diseñar la fachada de la iglesia del monasterio de Regina Angelorum

Es reseñable también el número de artistas que se formaron junto a él como Gaspar Adán, Gaspar Núñez Delgado, Andrés de Ocampo, Diego López Bueno o Diego Robles que emigrara a Sudamérica e incluso algunos sugieren que el propio Montañés se formó en su taller. Algunos de éstos trabajarán mancomunadamente con él como el propio Vázquez y su hijo, al que nombra albacea y ejecutor del testamento junto a Vasco de Perea y Andrés de Ocampo. Puede decirse que esta generación, más joven y cercana a Hernández, es la que proyecta la personalidad de la escuela hacia el futuro y enlaza con la figura abierta al barroco de Martínez Montañés.

En los últimos años se ha hecho una notable revisión de sus obras. Solamente recordar la cadena de errores de atribución derivados de la aseveración de la autoría del Cristo de la Oración en el Huerto. Tras él y por similitudes estilísticas, vinieron el Cristo de las Penas de la hermandad de la Estrella, el Cristo de las Siete Palabras de Sevilla y el yacente de Marchena. Uno tras otro han ido desvinculándose de su posible autoría. Morales y Serrera a su vez atribuyeron a Hernández la imagen de la Virgen del Prado de la parroquia sevillana de San Sebastián.

Dentro de la abundante producción de Jerónimo Hernández, con la que atiende numerosos encargos de corporaciones gremiales, cofradías parroquias y conventos de la ciudad, villas y pueblos del arzobispado, cabe destacar las numerosas imágenes marianas de belleza clásica como las sedente Virgen de la Paz de la iglesia de Santa Cruz o las Vírgenes del Rosario del convento de Madre de Dios y de la capilla del Museo de Sevilla. También se le atribuye la magnífica imagen sedente de la Virgen de la Antigua en la Colegiata de San Sebastián en Antequera (Málaga). Otras son erguidas como la desaparecida Virgen de Belén de Villalba del Alcor (Huelva), la Virgen de la O actualmente en Ubrique (Cádiz) o la Virgen de la Granada en Guillena (Sevilla).  Obras relevantes suyas son también el Resucitado y el niño Jesús para la cofradía del Dulce Nombre (hoy día Quinta Angustia) de la actual parroquia sevillana de la Magdalena y el relieve de San Jerónimo en la Catedral sevillana.

Como tracista de retablos, hay que destacar el de San Mateo de Lucena, hecho en colaboración con su maestro Vázquez, que denota su conocimiento de Serlio y Vitrubio o el retablo de San Juan Evangelista en el convento de Madre de Dios en Sevilla, en donde también realiza en colaboración con Juan de Oviedo “el viejo” el retablo mayor del cual se conservan la virgen titular anteriormente citada y algunas imágenes dispersas en el convento como un San José, aunque habría que poner en duda algunas imágenes como el Santo Domingo y la Santa Catalina arrodillados o el cristo que coronaba el calvario tradicionalmente atribuidos a él.

En la obra de Hernández son características las pronunciadas facciones y expresión de atrayente vitalidad, que han de tener amplio desarrollo y posteriormente seguirán los grandes imagineros del Barroco

Autor: Jesús Porres Benavides

Bibliografía

BERNALES BALLESTEROS, Jorge, Catálogo de la Exposición Jerónimo Hernández y la escultura del manierismo en Andalucía y América, Sevilla, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Sevilla, 1986.

LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino, Notas para la Historia del Arte: Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés, Sevilla, Imprenta de Rodríguez, Jiménez y Cª, 1929.

MORALES, A. J. y SERRERA J. M., “Aportaciones a la obra de Jerónimo Hernández” en Archivo Español de Arte, Madrid, 1981, pp. 405-426.

PALOMERO PARAMO, Jesús, Jerónimo Hernández, Sevilla, Excl. Diputación provincial de Sevilla, colección Arte Hispalense, 1981.

PALOMERO PARAMO, Jesús, “El contrato de aprendizaje de Jerónimo Hernández con Juan Bautista Vázquez El viejo”, en Archivo Hispalense, nº 196., 1981.

RODA PEÑA, José, “La escultura sevillana a finales del Renacimiento y en los umbrales del naturalismo” en GILA MEDINA, Lázaro (coord.), La Escultura del primer naturalismo en Andalucía e Hispanoamérica (1580-1625), Sevilla, Arco Libros, 2010.